Archivo por días: 28 noviembre, 2012

De la serie «Políticos sinvergüenzas»

Y además el as de bastos.

Antecentes: un correo que anda circulando por la red pidiendo el fin de las prebendas de los políticos.

Acción: recogida de firmas para que esta injusta situación termine.

Resultado: NO SE ADMITE A TRAMITE (desvergüenza nacional).

Este texto me ha llegado por correo-e y explica la cosa. No se podía esperar menos de nuestros políticos.
La comisión del Congreso NO ADMITE A TRÁMITE  UNA PROPOSICIÓN POR LA CUAL LOS POLÍTICOS DEJARÍAN DE COBRAR DEL ESTADO TERMINADO SU MANDATO.
Así se aprietan el cinturón y son solidarios con las personas que los han elegido.

Imaginen los abnegados visitantes de este sitio, qué ocurrirá con la iniciativa que ahora andan preparando los del 25-S para que se cambie la Constitución sin el permiso del Banco Central Europeo. Creo que  si se solucionasen las cosas como en Orgosolo (Cerdeña, Italia) seguro que no pasaban estas cosas.

El dolor autoinferido

Hace tiempo que tenía estas fotos en la recámara. Son candados que los enamorados ponen con sus nombres como sortilegio, parece, para que su amor sea eterno. No sé de que pastelera producción de oficina salió el guión de la película de la que se ha copiado la idea. No tengo ni puta idea de qué clase de mamarracho la tomó como lo más que se puede hacer un domingo por la tarde. Ni tampoco que mente imbécil hace la asociación entre amor, candado y eternidad. El caso es que miles de capullos van a las tiendas a comprar sus candaditos y a colocarlos en los puentes. Lo mismo hasta se creen que sirve para algo. Las fotos que ven ustedes más abajo están tomadas del Huerto o Jardín de Calixto y Melibea en Salamanca, personajes de la obra de Fernando de Rojas tomados como símbolo del amor cruento, aleccionadora obra sobre amores prohibidos por la sociedad y sus encorsetamientos mentales y clasistas. No podían estar los pobres amantes más atados y sentenciados, más encadenados y menos felices. Pues bien, los émulos de la mierda-peli visitan a menudo el jardincillo recoleto y lo llenan de sus cadenas deseando estar encadenados. ¿Cómo no va a haber esclavos, señores, si nosotros mismos nos ponemos las cadenas?