Si el algo se ha distinguido la iglesia católica-apostólica-romana (como les gusta autodenominarse) ha sido en la amplitud de sus definiciones. Pensemos, por ejemplo, en la del pecado, en el que se incurre (según nos adoctrinaron) por: pensamiento, palabra, obra y omisión. Useasé, hagas o no hagas, digas o no digas, o, simplemente, pienses. Y si te crees que quedaba algún resquicio, te equivocas, porque para eso está el pecado original ese que por el solo hecho de ser, ya tienes. Hala, chúpate esa.
Pues también resulta ahora que las intenciones tienen su precio. Vean la foto tomada, creo recordar, en Salamanca. Tener intenciones vale pasta, así que mejor no desear, anhelar ni nada. Pero si aún quiere hacerse mejor contactar para ver si nuestras intenciones entran dentro de la norma, no sea que la de «Por los difuntos» vaya a ser desear que alguien doble la servilleta y eso no está bien, no. Y que lo de las intenciones personales puede ser ambiguo (hay vecinitos/as muy apetecibles, loterías muy jugosas…), así que mejor consultar, total por 10 euritos queda la conciencia tranquila de no incurrir en algún oscuro rincón de las asechanzas del maligno.