Y lo demás son tonterías. Ni cámaras, ni polis, ni ná. Bueno, sí, la confianza en la bondad de los vecinos y foráneos, que no es fácil de conseguir. Esta es la tónica de las tiendas de las pequeñas (y no tan pequeñas) poblaciones en Portugal: desplegar una inmensa cantidad de producto a la vista de la calle y, a mediodía, simplemente taparlo para ahorrar tiempo y trabajo. Quizá en estas tierras nuestras también fuese así hace tiempo, pero ahora ni de coña.
