La costumbre de colocar candaditos para significar el amor (vaya asociación, por cierto) ha calado tanto que en París recogen toneladas de candados del puente donde empezó la bobería. La tal se extendió a velocidad de Covid a lo largo y ancho de este nuestro planeta. Roma, claro, no ha escapado a tal virus que, además, ha mutado. Ahora le añaden otras cosas más ramplonas (como los amores de hoy en día): cascos, cables, pulseras, alguna corbata… Condones no vi, mire ud., con lo bien que cuadran con el tema amoroso.
Vean esta foto de una de las vallas que rodean a las ruinas de los foros romanos, está atascada de estos trastos. Debajo he puesto un detalle como demostración. Pero no termina ahí la bobería de hoy, no. Un adolescente había desatado y se llevaba de la mano uno de los cascos peeeeero la atenta mirada de la madre le vio y le echó una regañina de lo más serio en lo que a estos oídos paletos le pareció un inglés muy británico. Le decía, seria, muy seria y hasta enfadada: eso no es tuyo, déjalo ahí ahora mismo. El chaval ni rezongó, se volvió mientras yo que pasaba al lado después de hacer la foto flipaba con el nivel de gilipollez que nos rodea. Me iba riendo pensando en que el argumento de la higiene ni lo había rozado la señora, lo que le preocupaba era que el chisme era de alguien. Alguien que allí lo abandonó a su suerte sin más miramientos que perro en gasolinera o abuelo en residencia.

