El límite, aparte de un corto de Miguel A. Refoyo (Refo) es la frontera, el fin, el lugar al que se tiende. Y en cuestión de empaquetados estamos alcanzando el límite de la estupidez en cuestiones de empaquetado. Hace poco unos amigos me contaron que en una boda (qué boda, por cierto) les dieron el chupito de orujo en un paquetito monísimo parecido a los de azúcar, pero que de plástico y conteniendo en su interior el preciado orujo gallego. Yo por mi parte, en reciente visita a Andalucía, pude comprobar que el sabroso desayuno andaluz de pan con tomate y aceite viene servido ahora en muchos sitios en dosis de aceite envueltas en plástico. Si a eso se suma que ya hace tiempo los palillos vienen en su envase individual creo que podemos afirmar sin temor a equivocarnos que se está alcanzando el límite de lo envases estúpidos que terminará, como esto siga así, en envasar cada grano de sal, cada lenteja, cada alcaparra o aceituna en su envase individual de plástico hermético e higiénico. Tan hermético como nuestras mentes, tan higiénico como nuestras ideas.
Dicen que nuestro sistema inmunológico se desarrolla para evitar que los agentes ambientales normales no nos hagan daño, y que por ello no es necesario vivir en atmósferas hiper-limpias puesto que estamos protegidos. Parece también que necesitamos un poco de esa mierda que nos rodea para que la maquinaria se engrase, siga viva y activa. Por ello resulta innecesario llegar a los límites de protección que estamos viendo que, además, pueden resultar contraproducentes puesto que si desde la infancia no se desarrollan las defensas luego no lo hacen adecuadamente. Vamos, que mal que nos pese, se puede enfermar de vivir rodeado de mierda tanto como de vivir en burbujas asépticas. Traducido, que un poco de Vitamina M, no sólo no viene mal si no que es necesaria para la vida. Sin pensar en que el plástico, como substancia artificial, no está incluido dentro de la programación que nuestro sistema inmunológico tiene desarrollado. Bueno, igual con un poco de ingeniería genética, se arregla.
La pena que me dan las generaciones venideras, pobres, que piensan que la leche sale de tretrabrick y ahora también podrán pensar que el aceite sale de las aceitunas (de plástico), que monada, si hasta dan ganas de comérsela no sea que esté rellena de anchoa. La gilipollez llega al punto de que encima se malgasta material porque viene como el doble de la que se usa. Amigos lectores, ¡que sarta de despropósitos!
Y luego la labor del reciclaje acaba recayendo en el ciudadano…