Y no se trata de un juego de palabras. El domingo pillé a este curilla en su iglesia, pero omitiré el nombre del lugar para que el castigo divino no caiga sobre él. Estaba allí, tan joven, tan majo, clavado de hinojos en el banco, tras terminar su misa y con la mirada plantada en el dios del siglo XXI, el dios de la tecnología. Bueno, que mal pensado soy, joder, igual es que Dios también tiene Whatsapp, en cuyo caso estaríamos ante un caso de flagrante delito porque a quien se le ocurre ocultar su dirección a los feligreses para que puedan charlar tranquilamente en cualquier lugar y situación además de ahorrar un pico en calefacción. Vean como cuando el Malvado Margarito les llama «máquinas del demonio» a estos engendros no anda muy descaminado.
Espero sepan disculpar la mala calidad de la foto, pero es que no había mucha luz y un flashazo habría dado al traste con el ambiente de recogimiento.
