Hay gente maja por el mundo. Puede que menos que canallas, pero la hay. En este lugar de cuyo nombre no me puedo acordar, alguien hizo una pintadita con rotulador indicando el punto exacto donde se pilla red, esa droga legal tan extendida.

Hay gente maja por el mundo. Puede que menos que canallas, pero la hay. En este lugar de cuyo nombre no me puedo acordar, alguien hizo una pintadita con rotulador indicando el punto exacto donde se pilla red, esa droga legal tan extendida.
En Soriano nel Cimino (no busquen la parodia fácil, porfa), pueblecito del Lacio italiano, cerca de Bomarzo (famoso por el parque de los monstruos y la novela), encontré este cartel en un paseo por el bosque del monte Cimino, cercano al pueblo. Dice:
TÚ
QUE TIRAS TUS RESIDUOS
EN EL BOSQUE ADEMÁS DE SER UN
IMBÉCIL
ERES 5 VECES GILIPOLLAS
PORQUE
EL PUNTO LIMPIO ES GRATUITO
CON LA RECOGIDA DIFERENCIADA
VAMOS A BUSCÁRTELO A CASA
LOS VOLUMINOSOS, BAJO PEDIDO,
VAMOS A RETIRARLOS A CASA
LA TASA DE RESIDUOS LA PAGAS DE TODOS MODOS
HACES AUMENTAR LA TASA
DE OTROS CIUDADANOS
¡AVERGÜÉNZATE!
LA ADMINISTRACIÓN MUNICIPAL
No me digan que no es triste tener que poner estos carteles para que la gente no tire sus enseres viejos, electrodomésticos, escombros y demás basuras en los bosques. Por desgracia también en nuestros pagos ocurren con demasiada frecuencia estas cosas, pero no he visto aún un cartel tan agresivo salido -sin duda- de algún cabreado y hastiado. En todas partes se cuecen habas, ya ven que no todos los monstruos están en el parque, algunos están sueltos y campando a sus anchas.
Si es que el ser humano no tiene remedio, o amenazas y castigos o nada. En la foto se puede ver unas señales pintadas en el suelo irlandés en el que avisan a los dueños de perros que recojan las heces o sino serán multados: «Recoge o paga», así de lacónico. Ignoramos si también será efectivo u ocurrirá lo que por estas tierras.
Cuando digo españoles digo también españolos y españolas, claro, y en general hispanoparlantes. Este puente de Dublín, por alguna razón desconocida para el que escribe, es el blanco de algunas pintaditas hechas en sus hierros y, cómo no, de la costumbre de colocar candaditos en él. Parece que todo empezó en el Pont Neuf de Paris, investiguen el origen de la estúpida costumbre en algún rato libre. El caso es que los candados intentan simular el amor. Mal vamos si a nuestra pareja le regalamos la ligazón en lugar de la libertad, así luego nos va como nos va. Los ilusionados amantes suelen poner nombres en las piezas metálicas y también hacerse autorretratos (selfies les llaman ahora) en el acto de imitar la estupidez ajena con su propia aportación. Lamentables tiempos, de verdad.
En la foto se puede apreciar además (y quizá hasta leer) alguno de los mensajes escritos en el hierro que ha dejado el turisteo, sobre todo hispanoparlante.
Este es el final del aviso captado en una iglesia de Lisboa. El texto completo, traducido, dice:
Por las iglesias también andan ladrones. No pierda de vista su cartera, o su paraguas y otros objetos personales. (Vigile lo que es suyo).
¡Cómo tiene que estar la cosa para que roben paraguas!
P.D. Si alguien pensaba que iba a hacer el chiste fácil sobre iglesias y ladrones se ha equivocado, al menos esta vez.
Seriedad y pagos. A ver si no, cómo va a funcionar bien un cementerio si no se paga el alquiler del terruño final. Y si para eso hay que recurrir a familiares, amigos o conocidos, pues se hace. Si no, pues seguirá el curso legal de estas cosas.
En la corchera también hay un aviso en el que se informa de que «si quieres que cante, la pasta por delante» como se suele decir. No solo para ocupar los terrenitos con nuevos inquilinos, no, también para sacar a los que «okupan».
Los humanos hacemos negocio de todo, y no es de ahora, que las exhumaciones arqueológicas ya denotan que la costumbre es más vieja que las sopas de ajo (sin pimentón, claro).
Fotos tomadas en 2016 en el cementerio de Luarca (Asturias)
La tautología como figura literaria, como elemento de distracción o, como en este caso, como elemento de despiste. El caso es que parezca que se ha aportado información, lo que me recuerda la máxima «Ya que no somos profundos, seamos confusos».
Por si no ves la imagen ya te la escribo:
ESTE CEMENTERIO PERMANECERA CERRADO POR
REALIZAR SERVICIOS ESPECIALES DURANTE EL TIEMPO
QUE DURE EL MENCIONADO SERVICIO
¡Toma ya! A ver si mejoras lo de decir sin decir. Yo me siento incapaz.
La foto fue hecha en Asturias -creo- en un cementerio en lo alto de un acantilado con bellas vistas al mar, en Luarca. Sin embargo es un lugar ideal para el descanso eterno, siempre que no te pillen los citados «servicios especiales». Ya sabes, infórmate antes de morirte, no sea que la prepares.
Mañana les deleito con otro par de cartelitos cazados en ese mismo lugar.
No importa si es feo, resulta desagradable y hasta cutre, siempre que cumpla su función. Ese es el modo de pensar de mucho «manitas». Ilustra el comentario una foto tomada -creo recordar- en una cafetería lisboeta cercana a la estación de Santa Justa. No es seguro, hace ya años que la hice y la memoria es débil.
¿Debería incluirse este caso en el famoso «desenrascanço» del que tanto se enorgullecen los vecinos portugueses? De momento la dejaremos en la serie «Soluciones de bajo coste».
Buscar los tres pies al gato suele ser la tarea de las agencias de publicidad, hasta poder encontrar el botoncito que dispara la necesidad de comprar que, al parecer, nos ha contagiado a todos de manera desaforada.
Pues bien, alguien en Portugal encontró hace tiempo un sistema curioso. Anunciar de modo peculiar -véase la foto- que su negocio no tiene estrella Michelin alguna. Añade, con mucha cautela, que el cartel es meramente informativo. Para evitar querellas, quiero suponer.
Origina, original, no es. Recuerdo haber visto hace años la reproducción de un cartel de una campaña de inicios del siglo pasado (años 20 o así) donde en letras grandes se leía algo como «La Chelito ingresa en la Ursulinas». El anuncio mezclaba letras grandes en las que el mensaje era el ya citado, y en letra pequeña había más texto. La lectura correcta no era desde luego que la famosa cupletista cubana ingresase en un convento, pero atraía la atención, que era la intención. Como en el anuncio del restaurante del que, infelizmente, no recuerdo ni el nombre ni el lugar de ubicación.
Y no, no me acuerdo del lugar donde hice la foto. La calle Colón de un lugar cuyo escudo es una torre de castillo. Igual hasta algún paseante virtual anda con ganas y tiempo y nos desvela el misterio misterioso.