Los vecinos se cabrean y escriben cosas. A veces hasta sobre un cristal de una ventana. Desventajas de vivir en un bajo, a un 5º seguro que no se atrevían…
«Vais de lo que no soys Toyotas que no llegáis a toyacos Mucho 1312 y bien que denuncias puta»
No me acuerdo del lugar de la foto, pero ahí queda el críptico mensaje para quien lo entienda.
Los regalos que las nuevas tecnologías nos hacen y que son visibles hoy en día en cualquier fachada de este país. Producto de pensar en el hoy como si no hubiese mañana.
Vayamos de modernos. Hay por ahí un libro ¡ay! cuyo nombre es inolvidable: «Pornografía vegetal – Flores silvestres de la Sierra de Béjar» que tiene como alguna de sus curiosidades (nombre aparte, claro) la inclusión de códigos Qr en todas y cada una de las flores (533), y alguna de ellas hasta tiene dos códigos. Una forma de ahorrarse la inclusión de la información además de tocarles los güevos a los sufridos lectores. Más o menos eso se puso de moda en la puta pandemia para que no anduviésemos tocando cartas de bares, por ejemplo.
Pues el otro día en Béjar (ya que estamos en la zona quedémonos en ellas) encontré este escaparate con el cartelito «Descárgate el código Qr». Es llamativo que haya que andar indicando para lo que sirve el código. Más aún porque el código en sí no se descarga, sino el contenido hacia donde apunta (presumiblemente) el mismo. Lo más alucinante es que no había ningún código. Créanme, estuve largo rato como un «gelipollas» (así dicen en Béjar) y no había nada de nada en la pantalla de debajo.
La foto es de una boca, bien de riego bien de incendios. Si es el de la primera clase está claro que no hace mucha falta vista la vegetación que la cubre. Sí, también puede ser que pierda agua… Si es el segundo caso esperemos que no haga falta su uso en un incendio, porque vete tú a encontrarlas en las prisas del momento.
La foto fue tomada en algún lugar de Dublín (Irlanda), para los curiosos.
Visto en una tienda de Béjar de, parece, algún extranjero con buenas intenciones pero poca imaginación. Digo lo de la imaginación porque todo dios tiene un puto móvil en sus manos para chorradas varias pero no se le ocurre buscar las palabras y/frases, motivo que da en algo como lo de la foto «ABIERTO, HAY AIR CONDICONADOR». Luego aquello de la estética mejor ni mencionarlo. Total, para un pueblo…
O casi. El caso es que tanto en Irlanda como en Portugal (y España, Italia, Polonia…) tienen una cierta fijación (por no llamarlo obsesión) con la virgen de Fátima. Si uno no se sorprende demasiado caminando por ciudades de estos países del sur y encontrar altares con santos y virgencillas (lo de Nápoles es para nota…) sí que puede hacerlo al pasear por zonas irlandesas y encontrarse con semejantes instalaches. Vean estos dos ejemplos tomados de Dublín, por ilustrar el caso.
El cuarto secreto, o sea, el que viene después del tercero, o quizá una explicación del propio secreto tercero (de los niños de la aparición de Fátima hace más de 100 años) creo que lo he desvelado en esta tarde aciaga en que en Salamanca se dedican a maldecir a los cielos porque ha llovido en la corrida de toros. ¡Con lo contentos que se ponen algunos con estas lluvias!
En fin, Acechor, al turrón. Según los críos el tercer secreto entregado en un sobre, nos han informado que
«Describía un ángel «con una espada de fuego en la mano izquierda»pidiendo penitencia con una fuerte voz. Y al Papa con varios clérigos escalando una montaña y siendo matados después por las balas y flechas de soldados.
Bajo los dos brazos de la cruz estaban dos ángeles. Cada uno con una jarra de cristal en las manos, recogiendo en ellos la sangre de los mártires»
Joder ¿y si la espada esa es el famoso cometa/ovni llamado 3I/ATLAS?¿Eh? Hala, mortales, a poner el alma en orden que si no es el puto planeta rojo Hercólubus igual es la espada del ángel exterminador. Espero que las jarras de los ángeles vengan llenas de algún licor embriagador para ponerme morao vaciándolas en este apocalipsis. Estaría bien, eso sí, se le acababa el chollo de la especulación a Iker Jiménez y encima no llegábamos al cuarto milenio.
Vale, ya. He dicho ya hoy muchas boberías. Aclaro, eso sí, que la foto de la gruta macabra que ilustra esta meada fuera del tiesto está hecha en alguna iglesia de Roma. Prometo a partir de ahora apuntar los lugares donde las hago.
Hay ratos que a uno le dan ganas de comprarse una islilla desierta y alejada de la civilización y allí atrincherarse hasta que pasen las parcas de visita. Ejemplo es la portavoz de la oposición al gobierno (o desgobierno bastantes ratos) que dice que «La ONU no puede definir qué es un genocidio y qué no«. Claro, lo definen ellos, los nietos de los golpistas que llenaron durante décadas las cunetas de cadáveres. Tampoco es genocidio. Claro, cómo va a serlo si nosotros somos los buenos. Eso mismito pensaban los nazis. Lo mismito.
Juro por las diosas lascivas que no vuelvo a escribir sobre las estupideces oficiales. Lo juro.
La conclusión, al final, viene siendo que cuando los dioses (creaciones humanas a medida) entran en juego, no hay dios que se salve, perdónese el pobre juego de palabras que más que patético roza lo macabro.
Si a ustedes esto no les parece una estupidez es porque el humo del genocidio (esta vez sin hornos) nos ofusca la vista del nuevo holocausto que, ojalá me equivoque, va a superar al del siglo pasado, perdón, a los del siglo pasado, que fueron varios.
Las pintadas -ya saben de mi obsesión por el tema- son a veces reivindicativas, a veces simples expresiones del ego y otras muy simpáticas y decorativas. Sí, simpáticas y decorativas a pesar de ser gamberradas.
Es en Italia, concretamente en Florencia donde los artistas del rotulador y el espray (quizá tan solo uno) se dedicó a «interpretar» las señales de tráfico. Vean unos ejemplos.
Luego siempre viene el aprovechado emprendedor de turno que dice: aquí hay pasta. En Italia lo de la pasta, ya es sabido, es un culto. Y se monta un negocio con el inventito ajeno. Dudo mucho que se trate del mismo «artista» porque la policía le habría metido mano. Sea como fuere aquí va la formalización de la gamberrada convertida en máquina de hacer dinero. Y es que si hay algo que los italianos saben hacer bien -muy bien- es vender y venderse. Ya podíamos aprender un poco por estas tierras.