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Hacerse los zuecos (de la serie «soluciones de bajo coste»)

Para que luego digan que los portugueses no saben hacerse los «zuecos», les presento esta lusiada (que no es de Camões) que fotografié en el vecino país no hace mucho tiempo. Estaba expuesta en un escaparate de no-me-acuerdo qué comercio. Hay que reconocer que el trabajo es fino.

Se trata de una botita de goma hecha con neumáticos (rebajados en parte, suponemos) con unos trozos de alambre y hasta el detalle de la tira de cierre con su herraje y los agujeros con ojete, oiga. Todo un lujo de trabajo que todos podemos ponernos a realizar evitando, eso sí, las grapas que se oxidan, que dan mala prestancia y riesgo de infección.

Es de imaginar que la tosquedad del material interior no permita llevarlo con medias de seda o calcetín ejecutivo. Ni a pie descalzo. Más bien habría que ponerse unos calcetines gordos que, de paso, absorbiesen la transpiración. O incluso otros zapatos debajo y usarlos tipo almadreñas (madreñas, zuecos…).

Queda para otro rato hacer el pie izquierdo porque tal y como se encontraba en el escaparate sólo una pequeña parte de la población podría hacer uso del rudo y gomoso invento.

Estampas gaditanas

No todo iban a ser chapuzas. También hay gente preocupada por la estética y que además auna el viejo mundo medieval con el pos-moderno mundo eléctrico. Este es el caso de la cruz, el cable y la pintura que fotografié en Conil. El tipo que puso el cable es para matarlo, porque igual daba subirlo o bajarlo unos centímetros para evitar la cruz. Pero claro, sería del ayuntamiento, y se le han dicho que lo ponga a tres metros de suelo, pues a tres metros va. Burro veo, burro pinto y donde hay patrón no manda marinero. Luego llega el que pinta, y claro se encuentra con la chapuza. Con tal de no convertir la cruz latina en una de San Andrés, que vaya ud. a saber la implicación socio-teológica que eso conlleva, pues agarra el bote de pintura marrón (con el también pinta la cruz) y le hace el cachito correspondiente para que, al menos, se disimule la chapuza del otro. Y hala, «apañado» este trozo del via crucis del pueblo. A por otro.

La imaginación a la pared (de la serie «soluciones de bajo coste»)

Vean a lo que llega la imaginación, la falta de recursos, las prohibiciones vecinales o lo que sea. El hecho que haya provocado que estos señores hagan el anuncio de sus servicios en cinta de carrocero (o de pintor), me parece bastante simpática. Me parece que la foto la hice en Cádiz, pero no lo aseguro. Si usan el botón del ratón derecho podrán apreciarla en todo su esplendor.

Imperdonables: la bobada de poner ciertas cosas en inglés (mal alguna de ellas, claro), de poner «french» en lugar de fráncés, «alaman» en lugar de alemán, o inglés en lugar de «english». Se supone que va a aprender el que no sabe ¿no? Bueno, y la mezcla de días de la semana, lo de la marquitis de bolsos al final… No se puede tener todo en esta vida.

Los grafiteros moralistas

Hay veces, pocas, en que la gente que escribe cosas en las paredes hace algo útil. Normalmente se trata de firmas de mayor o menor gusto repetidas hasta la saciedad para que al final nos quede en la cabeza la firma del tonto de turno. Para que parezcan más interesantes les llaman «tag» algo así como etiqueta. Y lo son, el marchamo de la estupidez del que las hace. Algunos más preocupados las hacen enormes en sitios bien visibles, no sea que pasen desapercibidos, su gran miedo. De colorines incluso y hasta las hay que tienen diseños artísticos. Pero todas tienen en común no decir nada, no aportar más información que el tamaño del ego del dibujante.

Hay otras, sin embargo, que se llevan haciendo desde que el mundo es mundo. O casi. Hay documentadas algunas en Pompeya y Herculano. Suelen tener algún comentario jocoso, lacerante o informativo. El caso que les traigo se puede observar hoy mismo en el túnel peatonal de la calle Labradores de Valladolid. Concretamente en el arranque de la subida de la escalera. Reza «SI HUBIERAS ESTUDIADO NO SERIAS PIKOLETO». Ala, para que luego vayan diciendo que los chavales de hoy día no hace cosas útiles. Al menos alguno.

Un oxímoron balear

La foto que hoy traigo a vuesas mercedes se hizo en Ibiza o en Formentera. No tengo muchas ganas de andar indagando, total poco importa. Se trata de una curiosa forma de rentabilizar espacios pequeños colocando máquinas expendedoras. En este caso están las de Coca-Cola y Aquabona, ambas pertenecientes a la mimsa empresa: hay que vender a los que toman azúcar y a los que no. Adorna la parte superior una curiosa metopa publicitaria de Cáritas con el eslógan «Trabajamos por la justicia – We work for justice». Un oxímoron, vamos.

La contradictoria mezcla de multinacional con fama de explotadora (de recursos naturales y de personas) junto a la institución benéfica eclesiástica no deja de llamar la atención. No es normal, convendrán sus señorías, ver pastar juntos a miembros antagónicos de la manada social.

Caben varias explicaciones a la contradicción que forma el conjunto: el espacio es parte de una institución religiosa (quizá la propia Cáritas), el avispado propietario se las ha ingeniado para cobrar de ambas partes o el propietario no se plantea más que llenar huecos (sea como sea).

Chapuza andaluza

Realizada en las sureñas tierras, la foto ilustra la originalidad, la tranquilidad y la habitualidad con que las chapuzas campan a sus anchas a lo largo y ancho de este país (al menos). La cinta aislante blanca que sujeta la letra ha sido puesta en dos trozos, uno de ellos en el centro, el primero sin duda y el otro en el lateral visto que no se fiaba el «pofesional» de que aquel rollo comprado en los «chinos» cuando se llamaban «20 duros» fuese a sujetar el peso de la susodicha letra de cerámica. «Ala, pá que voy a andar a comprar celo si con esto queda bien, total, pá un pueblo». Y tan pancho se quedó.

Hamburguesería poco deseable (de la serie «nombres poco afortunados»)

Bueno, hay que decir que el nombre es poco afortuando en castellano, por eso hice la foto, pero quizá suene bien en polaco, pues fue en ese país donde se ubica la susomostrada hamburguesería. No me acuerdo del pueblo o ciudad donde se hizo, pero aunque me acordase de la pronunciación del nombre es casi cierto que erraría en la grafía. Arriesguemos sin embargo: Cracovia (en castellano) y Krakow (en nativo). Y si alguien conoce la ubicación, pues que le eche una mano a este pobre Acechor.

Burbujas

La foto que hoy les presento, hecha en Salamanca hace ya un tiempo, ilustra con perfección y claridad prístina el mundo cochino en que vivimos. Por una parte la caterva de emprendedores descerebrados anglófilos que abren negocios estúpidos y supérfluos cuyo único valor es un nombre bastante deleznable. La utilización machista, mercantilista y oportunista de la mujer, de su cuerpo y de los vomitivos estereotipos que el mundo de la mode impone y nosotros tragamos como píldora dorada. Y también se ve la quiebra merecida de los mismos arquetipos citados. ¡Ojalá que todos los negocios similares tuviesen similares finales!

El abajo, al fondo, sufriendo las malévolas y perversas bases de la sociedad absurda que vivimos y alimentamos, los olvidados, los apartados, la chusma. Como para no recordar las palabras de Warren Buffett: hay una lucha de clases y de momento la mía va ganando (interpretación libre de las palabras del tipo que mi flaca memoria de Acechor recuerda).

Lo mejor de la foto es quizá el detalle del nombre de la inmobiliaria «Ya tengo casa» justo encima del descastado, del desposeído mendigo que habitaba esa noche al amparo (de agosto) de ese local. Observará también el atento lector que la guinda del pastel es el letrero de color naranja en la parte superior derecha: Radio Intereconomía. En el momento de hacer la foto se me escapó el detalle y quedó cortada.

En fin, a modo de resumen: un asquito, oigan.*

* Advierto que la luna creciente me ha hecho crecer la misantropía hasta lo indecible. Pero puedo prometer y prometo que mañana será otro día y el comentario será menos agrio.

Señalética avanzada (perogrulladas 2.0)

Como los fines de semana son muy largos (últimamente al menos para mí) les voy a dejar con otro chascarrillo.

Andábamos el Malvado Margarito y un servidor de caza fotográfica en tierras burgalesas, cuando llamó mi atención la señal que hoy les regalo. Se trata nada más y nada menos que de la indicación de dónde se encuentra el CAMPO, así con mayúsculas. Una señal imprescindible para todo urbanita, de modo que no puede haber confusión entre maceta, alcorque, seto, parterre o cualquier otro pedazo de verde que se puede confundir con el CAMPO. Así, a la vuelta se podrá decir con todas las de la ley, me fui a dar una vuelta por el CAMPO.

De Perogrullo capital, oiga.