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Pa lo que hemos quedao…

Hubo una época en la que poseer un libro era un tesoro. Había gente que los miraba con ahínco sin poder descifrar sus contenidos. Hoy, sin embargo, miren para lo que se usan en algunos casos como el de la foto: ¡para calzar una mesa!

Habrá quien piense que quizá el libro es tan malo o tendencioso que ese es su mejor o casi único destino. Casos hay, sin duda, algunos hasta -dicen- escritos por los dioses cuya función en ese lugar, como sustentación y nivelación, al menos sirven sin incordiar.

La foto fue tomada en Nápoles (Italia), por si la curiosidad les carcome el cerebrillo reblandecido por la ingesta masiva de series.

La chapuza es universal

Hay quien piensa que la chapuza es patrimonio de su país. Puede ser que en este país -por poner un caso cercano- esa sea la tónica de trabajo muchas veces. Habría que preguntarse si las prisas por terminar, los salarios poco atractivos y las presiones de este tipo tienen algo que ver con el asunto. Me temo que así sea.

Pero estamos aquí para demostrar que «la chapuza es universal». Vean como ejemplo esta bella imagen tomada en Irlanda. Como ven el acabado chapuzas indica claramente que el ñapas de turno podía figurar en un podium. Algún malpensado se habrá dicho «seguro que el que lo hizo era un españolito emigrado a esas tierras. Puede ser, pero también puede no ser.

PQC (Pero Qué Cojones)

Seguro que tiene alguna explicación. Segurísimo, diría, pero yo no se la encuentro. ¿Qué hace que los irlandeses pongan flotadores en sitios alejados de mares y corrientes? Vaya Ud. a saber. Igual es que están esperando el próximo diluvio universal. Con estas gentes nunca se sabe.

Véanse las fotos que ilustran el peculiar comportamiento tomadas en una iglesia y en un castillo. Les juro que el agua bendita estaba en contenedores con espita (véase esta entrada) y que el foso del castillo estaba tan vacío como la cabeza de muchos seguidores del fútbol o los programas del corazón -por poner par de ejemplos.

Exactitud ante todo

Uno de los problemas del cambio de moneda de -la-que-ud-tenía- al euro fue aquello del factor de conversión (siempre a favor, claro), pero también aquellas instituciones que no podían-debían hacían el cambio con exactitud a dos decimales. Luego, por aquello de -déjalo así que está bien- se han quedado a vivir entre nosotros (más de 20 años después) cosas como esta amenaza de multa de Oporto. A ver cuándo vamos cambiando de mente.

Y Ud. ¿todavía calcula el precio de las cosas (pisos, tierras, coches) en pesetas?

Lo lamentable y reseñable es que en el país vecino también tiene la gente la puta costumbre de tirar basuras y escombros en cualquier parte. O sea, la estupidez es consustancial al ser humano. O humana.

Asistencia 0

Esta tarde pasaba por la plaza mayor en el momento en que había una manifestación «Contra la violencia sexista», el espíritu de la concentración era ese al menos, aunque puede que el nombre se me haya escurrido en el cerebro reblandecido por los calores atípicos. Hice una foto, esta que ven más abajo en la que se puede apreciar que no había NADIE escuchando a la muchacha de Amnistía Internacional que leía un comunicado de varias páginas. Supongo que para que sus compañeros/as la escucharan ya que nadie más escuchaba. Ni delante ni detrás, como bien se puede apreciar en la foto.

Traducido: si una ONG de primera como Amnistía Internacional tiene ese poder de convocatoria ¿qué podemos esperar de otras más desconocidas? Me pregunto ¿qué sentido tiene seguir con la consabida lectura del comunicado si no hay oyentes?

Conclusión: Señor Alcalde, que quieren manifestarse a favor de no-sé-qué, Pues déjales, que se manifiesten, que se manifiesten, pero que no hagan ruido, que no me molesten a los de las terrazas, Así se lo comunicaré, que los altavoces bajitos, Pues hala…

Publicidades

El afán de publicidad de algunos «pofesionales» les deja, a veces, en pobre lugar. Todo por aquello de la ortografía, esa enfermedad que «una vez contraída no se cura», como decía Radio Futura del amor en la mítica canción.

El señor Domínguez, una vez terminada su labor en el edificio decidió dejar allí la tarjeta de visita para, suponemos, conseguir más clientela. Sin embargo metió la patita porque -a pesar de ser constructor- ignoraba que construcción se escribe con doble c. Una lástima que delatará imperturbable la falta de ortografía hasta vaya ud. a saber cuándo. Y como viene siendo habitual, no me acuerdo del lugar donde hice la foto.