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Paradojas de la historia

Como cada 20 de noviembre el medallón del otrora dictador y caudillo sito en la plaza mayor de Salamanca, se viste de plástico para evitar las iras de los ciudadanos. El ayunta-miento de Salamanca, en su celo conservador (del patrimonio) ha decidido hace tiempo proteger tan insigne medallón mediante la colocación de una protección plástica que evite que lo jodan. Este mismo elemento plástico (el que evita que nos jodan) es llamado preservativo e incluso el amigo Fatzinger aprueba hoy su uso. Ese condón, amigos, cuya proliferación se evitó durante décadas en este santo-país-reserva-espirititual-de-europa que proclamaba a los cuatro vientos la necesidad de familias numerosas. Ese condón tan huido ha acabado en la misma cara (de piedra) del señor que con mano de piedra lo anatematizó. Paradojas de la historia, Pedro Navaja matón de esquina, quién a hierro mata a hierro termina.

De la serie «nombres poco afortunados»

De todo menos agua hay en esta calle de Grazalema (Cádiz) lugar que ostentaba hasta hace poco el número uno en la lista de pluviometría. Parece que ahora es en la sierra de BéjarCandelario la que ocupa el lugar. Es evidente que desde el momento en que se nombró la calle ha cambiado un poco la cultura de las gentes que por ese bello pueblo pasan y de los propios habitantes del pueblo. Ahora ya no se trata de agua, sino de potingues azucarados vendidos a precio de crianzas y de aguas filtradas vendidas por los vivos del mercadeo (marquetin, le dicen). Si le contásemos a nuestros bisabuelos que tenemos en casa un grifo del que sale agua cristalina, limpia y potable pero que preferimos ir a comprar botellas de plástico llenas del mismo líquido vendido miles de veces más caro, lo más probables es que nos diesen una buena colleja bien merecida.

Ala me voy a dormir, que como siga tirando del hilo escribo una novela.

¡Inocencia, tesoro perdido!

¡Ah! Que bella y cruel es a la par la adolescencia. Bella cuando pasa, cruel cuando se sufre. Les muestro una hermosa muestra de la ingenuidad infantil que aún perdura en la adolescencia, mezclada con parte de la amargura adolescente. Inocente sistema de buscar compañeras, amarga nota de realidad en el nombre del grupo. Y sobre todo esa incansable energía y esas ganas de cambiar algo del mundo-demonio-carne en el que nos ahogamos. Gocen, señores y señoras lectores, del suculento plato que ni los grandes cocineros pueden emular, en esta foto tomada en Chiclana (Cádiz) no hace muchos días.

El síndrome del olvido

Me río del río

No se trio-agua-vivarata de un juego de palabras, no. Bueno, quizá sí. Y también de conceptos que se me mezclan en el cerebro reblandecido por el consumismo (no comunismo) que me rodea y que se empeñan en meterme hasta por el orto más a menudo de lo que puedo digerir. Esta vez el indigesto producto es el agua, si, agua, joder, agua. Agua de toda la vida, que en tiempos era gratis y limpia. Ahora viene en botellas y es cara, muy cara. Tan cara como la cara-dura de los tipos que, con tal de vender, se agarran a un clavo ardiendo. Si Santa Fon Bella levantase la cabeza seguro que corría rauda a comprar este espectacular producto de la desfachatez que caracteriza estos tiempos mercantilistas. Ya no les basta con vender ese agua milagrosa en botellitas en forma de virgen en cualquier Lourdes o Fátima, no. Ahora también pretender invadir nuestras mesas con la putrefacta mitología que impregna sus soeces mentes. Quieren que bebamos de este río de agua viva, viva, sí, como vivos son los que la venden, los que dan pábulo a los que la venden, los intermediarios, los embotelladores y los botarates publicistas que tienen estas ideas en sus servicios y no las dejan ahí.

Gracias, amiguita, por el enlace.

De la serie «nombres afortunados»

calle-asientoSe encuentra esta «Calle del Asiento» en la ciudad de Estremoz (Portugal). Por lo visto algún vecino avispado ha creído necesario ilustrar el nombre de la calle, ya perdido en el olvido, con el añadido que se puede apreciar en la foto: un asiento de wc. Sin duda resulta afortunada la coincidencia provocada por el abandono de la zona donde se encuentra la calle, junto al castillo que además es sede del equivalente portugués a los paradores (una pousada).

Ampliación de la serie «Yo la tengo más grande»

O cristo mais grande do mondoLa inspectriz ortográfica de este sitio (y de tantos otros), es poco dada a escrituras y otras lides literarias. Por eso, alevosamente, me hace llegar el siguiente enlace que pasa a formar parte de la serie «yo la tengo más grande» que tanto trabajo y preocupaciones da a los menesterosos de este santo planeta.

http://www.noticias24.com/gente/noticia/12451/el-cristo-mas-grande-del-mundo-se-encuentra-en-polonia/

Ala, a ver quién es el que supera esta marca que además, tiene una hortera coronita de O-RO. Es que estos pu-lacos son más papistas que el papa (de Roma, se entiende). No se pierdan las declaraciones, que parece que el mismo Cristo fue el que le inspiró la obra al ex-sacerdote, talmente para flipar la noticia la cojas por donde la cojas. Ah, y si padecen de estreñimiento o les va la coprofagia no dejen de leer los comentarios de los lectores, que no tienen desperdicio.

¡Jesús! Si Cristo levantase la cabeza -y no me refiero a lo de la foto- la de cintarazos que iba a soltar en este templo-planeta de mercachifles.

Escenas portuguesas (II)

mierda-perro-faroEl pueblo portugués tiene inmerecida fama de guarro en este nuestro prepotente y muchas veces estúpido terruño. Pero las veces que he visitado el país vecino me ha sorprendido el nivel de limpieza de sus calles y el nivel de civilización de sus gentes, a pesar de todos los prejuicios que llevaba en mi maleta. La imagen que acompaña ilustra con precisión las anteriores afirmaciones. Se trata de un adminículo que he visto en varias ciudades. Concretamente esta foto está hecha en Faro, situado en el Algarve, al sur de Portugal. Es contenedor de bolsas adosado a una farola que contiene bolsas para recoger la mierda de los perros. Una gran comodidad para el dueño, sin duda, amén de un gran servicio a la limpieza de la comunidad. Lo más sorprendente, quizá, es que el contenedor tenga bolsas. Si estuviese en nuestro estúpido país seguro que el primer listo que pasase se las llevaba todas. También cabe la posibilidad, muy probable, de que una vez puestas en su sitio y anunciado el evento a bombo y platillo en los periodicuchos locales, el ayuntamiento de turno no se preocupase nunca más de rellenarlas. Tenemos mucho, pero mucho mucho mucho que aprender de nuestros vecinos para lo cual mejor será cuanto antes despojarse de los prejuicios y acercarse de viaje a Portugal. Sorprende la afabilidad de sus gentes y la hospitalidad al viajero que nunca siente que el desconocimiento del idioma es un problema. Justo lo contrario que en ciertas zonas de esta nuestra orgullosa tierra de brutos.

Comer gratis en «El bulli»

El bulli da de comer gratisEl malogrado restaurante de Ferrán Adrià es el objeto del siguiente comentario. Bueno en realidad, de lo que les ocurrió a un conocido de la amiga del compañero de trabajo de un amigo de un conocido.
Dos parejas de pijillos de medio pelo deciden darse el lujo de ir a comer al conocido restaurante, sea para poder contarlo, sea para disfrutarlo y luego contarlo. Allá se presentan tras reservar, que llegar al paraíso culinario del planeta no es fácil ni barato. Pero bueno, tenían el capricho los muchachos de pulir 300 euros por cabeza en ese afamado lugar. En la elección de las viandas, sin reparar en gastos, pero sin pasarse, me eligen como acompañamiento un caldo de precio módico, 60,00 eurillos. En el caldeo que dicho caldo produce, se animan a pedir una segunda botella, que el vinillo está rico. Piden sus postres, y luego, sin prisas que sólo se va a «El bulli» una vez, la cuenta.
El solícito camarero que les ha atendido, les trae la cuenta informándoles de que la casa tiene a bien invitarles a la cena. Sí, como lo han leído, invitarles a la cena, porque no es habitual que les pidan ese vino, de modo que les regalan la comida y les cobran tan sólo el caldo que la regó, 6000 euros, y no 60,00 valía cada botella. 12000 euros bien valen una invitación. Y una vergüenza, la que pasaron luego, para poder pagar la cuenta ya que no tenían intención ni habían preparado las tartetitas de plástico para semejante palo.

Moraleja: a cada cerdo le llega su San Martín y a cada pijo su San Bullín.

He optado por poner una foto de las exquisiteces que venden en el lugar, en lugar de seguir la pista de semejantes memos para ofrecerles su retrato, que no fácil, pero casi mejor, porque imagínense el ridículo espantoso.
Cabe la posibilidad, nada despreciable, que forme parte de la mitología urbana como la niña del perro y la nocilla, los gatos metidos en botellas o lo de marcar los dígitos del pin del cajero al revés.

De la serie «nombres afortunados»

sinsalida-chiclanaHace poco veíamos una calle que se llama «Arzobispo Borrego». Ahora les presento una genialidad digna de una mente simple: la calle «Sin salida». Como su propio nombre indica, no tiene salida. Esto evita, dicho sea de paso, colocar la correspondiente señal de tráfico indicativa. Le falta el detalle de tenerlo puesto debajo en varios idiomas, pero bueno, tiempo al tiempo, que el ayuntamiento de Chiclana de la frontera, donde se encuentra, el día menos pensado invierte diez minutos en las herramientas del lenguaje de Google y nos regala un «Dead end», un «Sackgasse» o un «Impasse». Mejor dicho, adecuando la traducción y pronunciación a los que reivindican la grafía andalusí, sería «Dedén», «Sahgá» o «Impáh». Discúlpenme si no me he adecuado a sus normas, pero hacen falta muchas tortitas de camarón para llegar a dominar semejante engendro.

Dime de lo que presumes…

epitafio-evoraEste señor, ya difunto, quería pasar por humilde poniendo una losa de mármol en su tumba para que la posteridad toda supiese lo humilde que había sido su humilde vida que terminó siendo enterrado en una humilde catedral. Lo mismo hasta estaba convencido de ello, como nuestros dirigentes de su honestidad, nuestros religiosos de su moral y nuestros empresarios de su solidaridad. Palabras. Sólo palabras, gotas en un mar de tempestades.