Me pregunto qué razones llevarán a los autores de esta pintada a formar un grupo/peña/banda llamada «Los culo». ¿Conciencia de clase? ¿autoconocimiento? ¿originalidad? Pues si así es su nombre, ¡cómo serán sus obras! Sin duda una mierda como la que han plantado en esa pared, por otro lado fea a rabiar. Sin embargo hay que reconocer que el logotipo elegido, esa admiración final con cuatro palitos que recuerda un ano a poco pensar, es un dechado de imaginación. Los malolientes «culo» que llenan de mierda las paredes merecen un premio acorde a su obra: una pedorreta, obra de «arte contempor-ano» donde las haya. Por mi parte les pueden dar de su propia medicina (dejo a la imaginación del abnegado lector la conclusión).
Todas las entradas de: El Acechor
Ideas de decoradores
En la Casa de las Conchas, en Salamanca, acudí no hace mucho a un concierto-recital de poesía. Al salir miré un momento hacia el artesonado del magnífico edificio, donde encontré la espantajada que se puede apreciar en la foto. Se trata sin duda, de un alarde de sincretismo digno de la vacías mentes que pululan en nuestras universidades e institutos, alentadas por las vacías mentes de otros países, todas reunidas en algún master de-cuyo-nombre-no-quiero-acordarme y que les crea el valor necesario para destrozar el bello palacio del siglo XV con esa especie de rosquilla aplastada usada a modo de lámpara. No es necesario un gran ejercicio de imaginación para llegar a colocar ahí cosas incluso peores, pero sí es necesario un cinismo simpar para justificar con pelos, señales, proyectos, presupuestos y demás su uso y colocación. Probablemente, pienso ahora, existió ahí una lámpara de mejor gusto, factura, precio y durabilidad. Igual la tiene el engendro decorador en su casa a modo de servicio o potro de tortura. Quizá incluso la fundió para hacer un hierrato con que decorar la plaza de la Constitución (de la que hablaré otro día cuando tenga foto). Gocen de la inusual visión de un OCPI (objeto colgante perfectamente identificado).
Los murales de Erisson
En cierto garito de Salamanca, uno de los pocos por cierto que osan programar música en vivo, me encontré hace unos días con la joyita «artística» colgada por las paredes del sitio. El fotografiado es no sólo el menos malo, sino también el único que el «peazo-artihta» ha colgado en sitio con luz suficiente para poder inmortalizar semejante espantajo. Los otros eran aún peores, de mal color, nula composición, escasa técnica, mal soporte y, en definitiva, francamente arrojables a la primera o segunda o tercera papelera que uno se encuentre en el camino, eso sí, previo pago de los 100 güitis que se pide por ellos. Una muestra más de la desfachatez y la falta de autocrítica que las generaciones maman de la mamá TV.
Andar por el campo
El cartelito cuya fotografía ilustra este comentario, está colocado por todas las partes de la ciudad, haciendo publicidad a lo que ellos cacarean como «marcha nórdica» e incluso se atreven a citar en «inglé». Lo que es los pretenciosos no están en extinción, evidentemente.
Me da la risa sobre todo esa doble frase en «inglé» y en castizo para darle prestigio al deporte en cuestión. Recuerda a Faemino y Cansado en el gag llamado «El globo«. Faemino: ¿Cómo se llamará este deporte? ¿Aerostatasia, aerofagia, aero…leches? y contesta Cansado, «Subir en globo». Esto es lo mismo, ¿cómo se llamará este deporte? ¿marcha nórdica? (estamos en el sur) ¿nordic walking? (viene de Finlandia) o como decía mi abuelo «andar por el campo». Me aducirán los puristas que no, que es andar con palos. Joder, como mi abuelo y hasta yo mismo cuando me subo al monte y cojo un palo para no «estozolarme» (que dicen en La Fregeneda).
Ala, les dejo con la señorita interesante de gafas de sol pateando los campos de cereal de Tierra de Campos.
Excursión a Xanadú
Pues aunque parezca mentira, estos señores no anuncian un maravilloso viaje a la mítica capital del imperio mongol, donde la leyenda y algunos hallazgos arqueológicos sitúan a Xanadú, sino un viaje, asómbrense: A UN CENTRO COMERCIAL. En la Salamanca de los 80, cuando la peseta y el escudo, se organizaban viajes al mercadillo portugués cada primer fin de semana. El objeto no era otro que llenar el autocar de gentes que se querían ahorrar unas «rubias» comprando en el país vecino, cuyo nivel de vida hacía del mercado una golosina. El turismo de bocadillo y alpargata, en palabras llanas. Han cambiado los tiempos, pero no las costumbres. Se viaja en autocares al brillo artificial de las luces de neón de un centro comercial madrileño, cuyo mayor logro es tener una pista de esquí artificial. Tan artificial como la vida que vende, como la que nos rebozan en los morros todos los días en la tele, en las pelis y en las revistas. Vamos, un viaje al mundo del consumo estúpido, sí, ese que hace crecer la economía mientras atrofia los cerebros. Hagamos una rápida visita al centro de adoración del dios occidental por antonomasía, el boato, y a su hija unigénita, la ostentación. Luego se podrá comentar al día siguiente con los otros compañeros de trabajo (el que tenga esa suerte) de cómo un mileurista puede, por una tarde, ser el príncipe de Xanadú.
Espacio de despilfarro

A los politicastros que gobiernan este país se les llena la boca de boberías y viven en los mundos irreales que su megalomanía crea en paraísos imaginarios. Y luego pretenden hacernos partícipes de sus iluminaciones al resto de tristes mortales que pagamos esas tonterías. Una de ellas, ilustrada en esta foto, es la idea que tienen de que la información que nos brindan puede cambiar la realidad. Una campaña publicitaria y todo se arregla. Ni el mismísimo Goebbels tenía tan clara la función de la propaganda.
El edificio que se ve es el hospital clínico universitario de Valladolid. La pared que cubre el muro tiene (medida en el SIGPAC) 15 metros de ancho. Calculo que la relación de ancho-alto del «cartelito» es de 1’5 x 1, de modo que andará, grosso modo, en unos 15×20 m. O sea, unos 300 metros cuadrados. El precio de impresión de material en tela para un mortal como yo anda los 30 euros el metro cuadrado. Para las instituciones, como el SACYL, no creo que bajen de 40. Esto hace la espeluznante cifra de 12000 (si, DOCE MIL) euros el precio de la brillante idea del memo que ha decidido publicitar la frasecita, eso sin contar con los gastos de colocación. Si pienso mal lo hago en el sentido de que algún familiar de algún cargo ha sorteado bien la crisis. Si pienso peor lo hago con la mente en las listas de espera que se alivian con hospitales privados. O peor, si la mala suerte te acompaña, el alivio se hará en el camposanto.
¿No habrá mejor destino de los caudales públicos que engrandecer la megalomanía de nuestros dirigentes?
¿Picaresca del anti-pícaros?
Se puede decir más alto, pero no más claro. El señor Adolfo Domínguez, propietario de un próspero negocio, pidió el despido libre hace unos días. Vean este enlace como ejemplo de su palabrería.
Pues ayer paseando cámara en ristre, me encuentro en el escaparate de una de sus tiendas un trocito del mismo dedicado a la recaudación para fines solidarios. La fotografía muestra el <sorna> pedazo corazón </sorna> de este tipo.
Y me pongo a darle vueltas a la cosa y me chirrían algunas ideas por la cabeza. En concreto me resuena la palabra maquila, que aparece relacionada en San Google con el insigne empresario español, hagan ustedes mismos la prueba. Sin hablar del uso de la publicidad gratuita que supone el evento recaudatorio para los sufridos haitianos o también, el lavado de imagen que supone la relación con dicho evento solidario. No quiero pensar mal y acertar (como pronostica el refrán) en que la necesidad de la reconstrucción del país caribeño sea para convertirlo en maquila.
Estado del bienestar 2.0

Sin duda el ser humano se acostumbra a la comodidad y la lleva como pesada mochila durante toda su vida. ¡Cuántos sudores y disgustos nos cuesta! Se ve por todas partes un exceso de confort (por usar un anglicismo) en los padres que plastifican a sus niños con condones integrales de carricoche, en los tiernos infantes con gafas de sol, en los adolescentes electronificados, en los coches cargados de chorradas, en las casas frías en verano y calientes en invierno, en los servicios bienolientes de la publicidad, en las máquinas gimnásticas sin-esfuerzo-alguno, en los botones marcados con «auto» en cualquier aparato… Vivimos rodeados de comodidades y eso lo absorbemos todos por la piel. Y sino, díganme ustedes, impenitentes lectores, qué pinta el cojín rosa (ROSAAAAA) debajo del pedigüeño de la foto captada en navidades en la zona de compras más frecuentada por la cuernocracia salmantina. Por cierto, capté una pellejuda (=señora con pieles) en segundo plano, pero por mor de la limpieza de la imagen, osea la comodidad de la visión, la eliminé para no perturbar sus ojitos.
Y que Papá-pitufo me perdone, pero les juro que el tiempo no estaba como para andar pidiendo, que lo más posible es que hiciese bajo cero y ese pobre hombre andaba ahí aguantando como un jabato los embates del hambre, del frío y de la indiferencia de los posibles limosneros que, a juzgar por alguna mirada, pensaban que son todos iguales, que hacen cualquier cosa con tal de no trabajar.
La ley de la compensación
El humano medio que pulula por las calles de este santo país (cada vez menos santo y menos país) es de una estulticia galopante amén de una dejadez pasmosa. En el escaparate que capté para ustedes con la cámara había dos faltas de ortografía garrafales. La una, ALOGENO sin hache, referida sin lugar a dudas a HALOGENO. Seguro que si el señor hubiese leído la referencia interna de la cajita no habría puesto esta salvajada. Pero la otra HAGUA así, como suena con H, es de imbéciles profundos, coño. Sin embargo se compensan como mi amigo Chus diría, por la Ley de la compensación.
Y ya que estamos, me acuerdo de una historia que me contó Carmen que tenía que ver con haches también. El panadero de su pueblo encargó digamos (por poner un número) 10.000 bolsas de plástico para sus productos. Cuando llegó el pedido, su hija, se dio cuenta de que las bestias pardas de la fábrica de bolsas habían puesto entre los ingredientes ARINA. Se lo dice al flamante titular del negocio, osease, su padre, para que las devolviese dada la hiriente falta. El padre mira la bolsa, mira a su hija y dice: total, no las vas a devolver sólo por una letra. Real como la vida misma, iluminador cual foco ALOGENO y prístino como el HAGUA.
Buenas noches.
Exceso de celo

Estamos en un mundo que ha perdido el norte, nuestra brújula gira loca, sin sentido. Esta afirmación se puede corroborar a diario sin más que pasear con mirada crítica y estar al acecho de alguna historia que destripar. Como acechor de historias llevo a menudo una cámara conmigo como testigo, no se diga luego que me invento cosas. Y ahora que los trabajos urgentes van dejando algo de tiempo libre, saco a la luz de los visitantes de este lugar alguna de las fotos tomadas. Esta que ilustra el artículo fue hecha en navidad, en lugar que he ocultado a las miradas indiscretas. Vean ustedes el celo que han puesto las almas bienpensantes, bienhacientes, bienquerientes que organizaban el evento en ocultar mediante trazos de rotulador los ojos de las criaturas que aparecen felices como anticipo a las dádivas de los compradores de dicho rastrillo. Ocultas miradas, pienso, a los lascivos ojos de los que se aprovechan de los niños y los usan en sus sucias maniobras pederastas. Tapados los ojos, quizá, para que los lascivos grajos de largos trajes abotonados hasta el tobillo no puedan recordarlas y usarlas en sus horas de sensualidad enfermiza. Pero basta, que quizá se trata sólo de emular las prácticas de periódicos y tele-basuras. O igual es para evitar las denuncias de los legítimos progenitores de esas criaturas, quizá adoptadas. Puede que incluso se intente evitar el pago de los exorbitantes emolumentos por derechos de autor. Se me antoja, incluso, que algún amable lector tenga otra explicación.