Estado del bienestar 2.0

Pobre, pero cómodo
--- El estado del bienestar llega al mundo de la mendicidad ---

Sin duda el ser humano se acostumbra a la comodidad y la lleva como pesada mochila durante toda su vida. ¡Cuántos sudores y disgustos nos cuesta! Se ve por todas partes un exceso de confort (por usar un anglicismo) en los padres que plastifican a sus niños con condones integrales de carricoche, en los tiernos infantes con gafas de sol, en los adolescentes electronificados, en los coches cargados de chorradas, en las casas frías en verano y calientes en invierno, en los servicios bienolientes de la publicidad, en las máquinas gimnásticas sin-esfuerzo-alguno, en los botones marcados con «auto» en cualquier aparato… Vivimos rodeados de comodidades y eso lo absorbemos todos por la piel. Y sino, díganme ustedes, impenitentes lectores, qué pinta el cojín rosa (ROSAAAAA) debajo del pedigüeño de la foto captada en navidades en la zona de compras más frecuentada por la cuernocracia salmantina. Por cierto, capté una pellejuda (=señora con pieles) en segundo plano, pero por mor de la limpieza de la imagen, osea la comodidad de la visión, la eliminé para no perturbar sus ojitos.

Y que Papá-pitufo me perdone, pero les juro que el tiempo no estaba como para andar pidiendo, que lo más posible es que hiciese bajo cero y ese pobre hombre andaba ahí aguantando como un jabato los embates del hambre, del frío y de la indiferencia de los posibles limosneros que, a juzgar por alguna mirada, pensaban que son todos iguales, que hacen cualquier cosa con tal de no trabajar.

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