
Estamos en un mundo que ha perdido el norte, nuestra brújula gira loca, sin sentido. Esta afirmación se puede corroborar a diario sin más que pasear con mirada crítica y estar al acecho de alguna historia que destripar. Como acechor de historias llevo a menudo una cámara conmigo como testigo, no se diga luego que me invento cosas. Y ahora que los trabajos urgentes van dejando algo de tiempo libre, saco a la luz de los visitantes de este lugar alguna de las fotos tomadas. Esta que ilustra el artículo fue hecha en navidad, en lugar que he ocultado a las miradas indiscretas. Vean ustedes el celo que han puesto las almas bienpensantes, bienhacientes, bienquerientes que organizaban el evento en ocultar mediante trazos de rotulador los ojos de las criaturas que aparecen felices como anticipo a las dádivas de los compradores de dicho rastrillo. Ocultas miradas, pienso, a los lascivos ojos de los que se aprovechan de los niños y los usan en sus sucias maniobras pederastas. Tapados los ojos, quizá, para que los lascivos grajos de largos trajes abotonados hasta el tobillo no puedan recordarlas y usarlas en sus horas de sensualidad enfermiza. Pero basta, que quizá se trata sólo de emular las prácticas de periódicos y tele-basuras. O igual es para evitar las denuncias de los legítimos progenitores de esas criaturas, quizá adoptadas. Puede que incluso se intente evitar el pago de los exorbitantes emolumentos por derechos de autor. Se me antoja, incluso, que algún amable lector tenga otra explicación.