Si hay una cosa en que los italianos son especialistas (aparte de la pizza, la pasta, las ropitas, los cochazos…) es en venderse. Vender bien, bien. Deberían hacer una facultad para enseñar al resto de los mortales esos que, valiendo mucho, se venden mal (portugueses, polacos, griegos…) Un ejemplo es el que casi puede ser considerado «el monumento» de Cerdeña: el elefante. Ni siquiera es un elefante y ni siquiera es un monumento, es símplemente una formación natural que recuerda a ese bicho (ya casi extinto). Vean la fila de turistas (el imbécil que escribe entre ellos) que se dan cita para hacer una foto (quizá un selfie) con la piedrita de marras. Impresionante (no la piedra, sino el hecho en sí).
