Para quitar un poco de hierro a los ácidos comentarios que últimamente pululan en este blog, he decidido sacar del olvido una foto que hice hace tres meses en Conil de la Frontera (Cádiz). Es la quintaesencia del buen gusto que domina a lo largo y ancho de la piel de toro en tema bodorrios: novia entradita en carnes, novio entradito en años, fotógrafa en chanclas, eterna becaria y coche chico y viejo para completar este cuadro digno de un chiste de Gila o de una alucinación de ayahuasca. Gocen del conjunto que, con la crisis y recortes al estilo griego que nos esperan, las bodas pasarán a formar parte de la historia de la fotografía.