El otro día no cabía en mi asombro cuando, al ir a comprar un pan, me lo dieron metidito en una bolsa de papel atascada de publicidad y otras basuras impresas. Resulta que no me van a dejar de meter el ruido del compra-compra ni cuando coja el inocente pan entre mis manos. Ya me mosqueé un día hace unos dos años cuando vi en un surtidos del Carre-ful de Valladolid una maldita pantalla que me iba informando de lo feliz que sería si compraba no sé que producto al compás del llenado de mi depósito y vaciado de mi bolsillo. No solía entrar en esa gasolinera pero juro por San Ubuntu que no vuelvo a pisarla así esté el depósito más seco que las cuentas bancarias del cabildo Valenciano. Al paso que vamos nos pondrán publicidad hasta en la mierda, para que cuando vayamos al servicio alguien pueda sacarnos la pasta también por el culo. ¡Qué asco de sociedad, joder, que nos está convirtiendo en monederos con patas! Menos mal que, por la ley de la compensación estaremos en el momento álgido (espero) de la subida del péndulo y luego tocará una época en que el ruido del los productos no invada nuestras vidas! Ansío que llegue ese momento tanto como que desaparezcan las guerras…
Por cierto, no pierdan la oportunidad de leer los anuncios de la bolsita, que se las traen, y por eso he fotografiado anverso y reverso.