La infancia como período de goce ha pasado a la historia. No hay más que ver a esos niños dirigidos y adocenados desde la más tierna infancia, sometidos a la tensión de multi-actividades dentro y fuera del cole en lugar de andar «mangando la berza» (=jugando, perdiendo el tiempo, haraganeando) como es propio y recomendable a esas edades. A tenor de lo que pasa nunca se podría sospechar que las tiernas critaturas del pasado, que no estaban sometidos a esta sobre-presión y competitividad, pudiesen llegar a ser Einstein, Mozart, Marie Curie o Virginia Woolf. Pero estos son nuestros tiempos y hasta del control se puede hacer negocio. Vean sino el «regalito» que se exhibe en el escaparate de una tienda de regalos de Palencia, la tabla de responsabilidades y horario establecido para que el monstruíto vaya empezando a enterarse de la sociedad en la que vive. Luego nos extrañaremos de que cuando pueden se dediquen a hacer el gamberro y a perder el tiempo. Si es que es lógico, tendrán que recuperar el tiempo perdido las pobres bestezuelas.
Un comentario en “Soy rebelde”
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Falta: «Ver la tele para no molestar a los padres»…