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La muerte como decoración

Y siento no poder ilustrarlo con una foto, pero créanme que la situación era esperpéntica. El sábado 16 de febrero por la tarde, en el E. Leclerc de Salamanca, tenían como decoración un espléndido pez espada (o emperador) en la zona de pescadería, sobre una mesa con hielo en la que habían colocado además unas mallas de mejillones y almejas, para rellenar. Al animalito lo habrían colocado allí no se sabe cuándo, pero sus ojos, ya perlados, indicaban que no había sido ese día. Para colmo decorativo le habían clavado una manzana en el espolón.

No me digan que no resulta triste que se pesque un espectacular ejemplar de unos dos metros (y quizá cien kilos) para decoración de los medioburgueses. Así nos va como nos va y así nos irá en el futuro, con las nuevas generaciones aprendiendo que el valor de la vida, de la naturaleza es nulo. No existe absolutamente ninguna razón plausible para semejante tropelía. Salí de allí sin comprar el marisco que quería, cogí un cabreo de tal calibre que no sé siquiera si volveré a echar gasolina en su surtidor, no hablemos ya de volver a comprar.

También hice una sugerencia en su «buzón de sugerencias» electrónico. Les conmino a que protesten enérgicamente si algo de dignidad y de amor por la naturaleza les queda en su sangre. El enlace para protestar es este. Sugiero que corten-peguen el texto a continuación si no quieren trabajar.

Texto de protesta sugerido:

El sábado 16 de febrero por la tarde, en el E. Leclerc de Salamanca, tenían como decoración un espléndido pez espada (o emperador) en la zona de pescadería, sobre una mesa con hielo en la que habían colocado además unas mallas de mejillones y almejas, para rellenar. Al animalito lo habrían colocado allí no se sabe cuándo, pero sus ojos, ya perlados, al igual que sus agallas, indicaban que no había sido ese día. Para colmo decorativo le habían clavado una manzana en el espolón.

No me digan que no resulta triste que se pesque un espectacular ejemplar de unos dos metros (y quizá cien kilos) para decoración. No creo que sea esa la manera de enseñar a las nuevas generaciones el valor de la vida, de la naturaleza y el respeto al medio ambiente que nos mantiene y que, según estas pautas, resulta un objeto más de diversión. No existe absolutamente ninguna razón plausible para semejante tropelía que terminará con un ser vivo en la basura, sin más aprovechamiento que un elemento decorativo de un gusto indudablemente obsceno, ya que hace de la muerte objeto algo frívolo.

Les sugiero que en el futuro hagan que sus decoradores y encargados de tienda usen medios más imaginativos que el desprecio a la madre naturaleza. Contribuirán a que el planeta nos siga alimentando de modo sostenible, y se ganarán nuestro respeto, ese mismo que hoy han perdido.