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Carambola

Si es que hay emprendendores en este país que necesitan un meneo a ver si espabilan. Ejemplo es este que hoy les traigo de una tienda de Ávila en la que la máquina expendora de gilipolleces de dos canales tiene uno vacío y el otro averiado. Vamos, que para vender en estas condiciones hace falta una verdadera carambola o un milagro. Quizá sea esa la razón de la instalación, obligar a que la Santa de peluche haga un milagro.

Eso sí, luego con echar pestes de los funcionarios todo arreglado.

 

Muñecos

¡Qué hallazgo hice el otro día en Ávila, señores y señoras! Se trata de un peluchito de la Santa y poetisa (cúal va a ser, la santa catalana, Santa Teresa de Jesús) que algún emprendedor de la zona ha decidido explotar en una de sus facetas (y visto que no tiene derechos de autriz, claro) creando el maravillo muñequito peluche de la santa con cara de pan, ojos de plato y sonrisa orejera. Eso sí, ahora le ha puesto de nombre (y seguro que registrado) Teresús. No le falta a la santa escritora la pluma (en la mano, entíendase) para completar la justificación histórica que también el hábito le da. En el lateral reza el nombre del negocio «Caricias de Santa Teresa» que esperemos, no tenga nada que ver con el peluche ni siquiera a modo de sugerencia.

¿Se acuerdan de Jesusito? ¡Vaya vicio que han pillao con que los niños se lleven a sus camitas a los dioses y santos! Este que suscribe, por mal pensado, llega a conclusiones… en fin que cada uno piense lo que quiera y que no vuelva la Inquisición, porque no va a haber plazas para los autos de fe entre los que idean los muñecos, los que los compran, los que los critican… va a parecer esto una fiesta barbacoa yanqui con tanta carne quemada.

Concentración

Si el lector viajase a Oporto podrá encontrar junto a la tienda de exvotos que ayer ilustraba el post una curiosa iniciativa adaptada a nuestros tiempos: probar todo Portugal en sesenta segundos. Eso al menos es lo que los rectores de la tienda «Casa portuguesa do pastel de bacalhau» piensan. Para eso han inventado una croquetilla de bacalao rellena de queso de la Sierra de la Estrella y para pasarlo una copita de Oporto blanco. Adaptada a nuestros tiempos porque además de innovadora tiene la ventaja de satisfacer al viajero con prisa que caracteriza el turismo de, por ejemplo, los japos.

Lo gracioso, sin duda, es que con un invento nuevo anuncien sin vergüenza alguna que se trata de una receta tradicional. Así son los emprendedores a menudo, con tal de vender.

Santo país (de la serie «Soluciones de bajo coste»)

Hay gentes (emprendores, empresarios, propietarios, negociantes…) que tienen la idea de que las empresas sólo necesitan inversión cuando se crean y que después todo consiste en ponerse a la caja a recoger pasta. Entre ellos hay muchos acechando en el sector hostelero, como este que les traigo hoy. Se encuentra (o encontraba hace un par de años) en Sagunto, localidad en la que recaí en busca tardía de comida y cama. En el lugar de cuyo nombre no quiero acordarme, entre otras lindezas de la misma jaez, encontré este bello ejemplo: inversión única en los años 60 (vean la estructura de la cama) para abrir el negocio y a cobrar durante cincuenta años (vean el estado de los hierros). Como quiera que las quejas de los huéspedes por los chirridos del catre debieron superar el umbral de aguante, el solícito dueño lo solucionó con unas toallas viejas y un rollo de cinta americana. Impresionante ¿no? Luego se quejarán de que la gente les deje opiniones contrarias en internet.