Todo sea por el «negosi». Esta tienda de Valladolid, concretamente en el paseo Farnesio, se dedica a vender ortopedias y otros adminículos tecnológicos de ayuda al ser humano. Loable y encomiable tarea, a pesar de ser un negocio. Pero… un momento… ¿Qué es eso que la infatigable cámara del Acechor ha pillado? ¡UNA PUTA PULSERA POGÜER-BALANS! Eso si, señores y señoras lectores y lectoras, a precio de rebaja ya que la mandanga de silicona ha pasado de moda y hay que sacarla del almacén sea como sea. ¿Qué pensarían ustedes de un médico que llevase varita mágica, o un farmaceútico que vendiese muñecos vodoo? Pues eso, que con tal de hacer negocio les da igual engañar a su público, que el fin último de la tienda no es ser serio, ni dar servicio, ni ser coherente. Que no, Acechor, que no te enteras de nada, que se trata SIEMPRE de la puta pasta y lo demás da igual, que eres más ingenuo que los niños a los que se engaña con reyesmagos y paapanoeles. Por cierto, que si en las próximas fechas estoy un poco más callado no es que no tenga ganas de gritar (me sobran) es que estaré gritando en otro lado. He dicho.
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Estampas portuguesas (I)
No se vayan ustedes a creer que sólo en España está la hostelería que da pena. En Faro (Portugal), esta era la llave de una habitación doble de uso individual por la que pagué 25 euros sin desayuno. No tenía baño, sólo un lavabito y un bidé, la ducha era comunitaria. El resto del mobiliario, acorde con el aspecto de la llave.
Guía «Galguín» de restauración
Si la marca de neumáticos (cuyo nombre ha pasado en el acerbo popular a significar lorza de grasa) tiene una guía de dónde se come bien, inauguro hoy una nueva guía de justo lo contrario, de dónde se come para convertirse en galgo. Si alguien se pregunta la razón de que se un galgo pues será respondido con que en estas fechas los perros y otras mascotas son vilipendiados por sus dueños y sometidos a abandono cruel. Por eso pasan hambre y penurias a los que quiero rendir homenaje desde aquí.
Pero no nos desviemos del tema, queridos lectores, que la razón que nos trae esta noche al blog no es otra que la venganza y el aviso. Venganza contra la cutrería miserable de un hostelero y aviso de navegante para que otros «pardillos» eviten caer en las redes de «El molino rojo» sito en la calle Gabilondo 15 de Valladolid.
Esta noche nos han soplado 33,15 por dos pinchos morunos tamaño estándar, cuatro cañas y una ración de bonito con pisto. Los pinchos, entre los dos y su guarnición (lechuga, pimientos de bote y dos (2) setas chicas) llenaban un plato de 25 cm. a duras penas (la lechuga hacía un buen tercio). El plato estrella, de similar tamaño, exhibía una fina capa de pisto y unos medallones (5) de bonito que entre los cinco no hacían media rodaja, osea, en esta época, un euro (1) de pescado. Da la casualidad que hace tres días compré una generosísima rodaja de bonito de mayor peso que los cinco miserables medallones mencionados que me costó dos euros. La espectacularmente ridícula ración de bonito con pisto valía la friolera de 14 del ala.
La conclusión que saco, señores, es que en este puto país sigue habiendo más listos que personas y más chorizos fuera de la cárcel que dentro. La hostelería tiene aún mucho que aprender en cuanto a trato y equidad. Un cliente no es un «panoli» al que se deba estafar porque, total, no lo conozco y no va venir más. Un cliente somos todos en algún momento. Ya está bien de dar el palo, robar al fin y al cabo, y quedarse tan ancho como si cuando se echa limosna.
Podría, y quizá debería, haber pedido el libro de reclamaciones y hacer constar la pequeña estafa. Pero no me oiría más que el inspector de turno de la Junta de Castilla y León. Prefiero usar la red y evitarle a futuros clientes por este medio, el disgusto. Lo haremos los cuatro presentes también de viva voz.
La conclusión, señor propietario del «El molino rojo» es clara y evidente. Ganar de forma fraudulenta unos pocos euros le ha hecho perder más allá de unos cientos. Se lo merece.
Queda inaugurada esta guía.
Bienvenida sea la crisis
Si uno de los efectos secundarios de la tan barruntada y cacareada crisis económica va a ser que por fin los consumidores dejemos de ser atracados de manera permanente y descarada, pués eso, bienvenida sea esta crisis y todas las que tengan que venir.
Visto en una tienda «muy chic» en una de las zonas «osea» de la ciudad de Valladolid: trajes para pijos de uñas negras venidos a menos.


Y así casi todo el escaparate.