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La estupidez de las estupideces

Esa ha sido, sin duda, el lanzamiento de dos bombas atómicas sobre la población civil de un país ya vencido y a punto de claudicar. En la primera de ellas unos 220.000 muertos entre ambas. Según documentos que hoy están siendo desclasificados se sabe que el uso de las bombas no era necesario para la rendición de Japón y que fueron usadas para evitar que el ejército ruso se apuntase el tanto de la rendición en una operación que estaba programada (y se hizo) el 9 de agosto.

Fue un alarde de fuerza, un asesinato masivo cometido para dejar claro para el futuro quién era el que mandaba. Y así nos va.

No dejen de llorar por los inocentes muertos en esta fecha. Infórmense aquí.

Y no dejen de llorar también por los palestinos que sufren hoy el horror de un holocausto provocado por aquellos que lo sufrieron. Queda demostrado que el ser humano no tiene remedio. Lo vemos cada día, a pesar de que haya gente que aún tiene corazón y coraje para decir las cosas. ¡Bravo por Norman Finkelstein!

 

El progreso según Bierce

Leyendo en Halón disparado me encuentro con el siguiente viejo viejísimo pero acertadísimo comentario:

Dos gobiernos europeos han encargado recientemente a una compañía americana suficientes cartuchos como para matar a ciento cincuenta millones de hombres. Es a través de pequeños incidentes de ese tipo la manera en la que vislumbramos de vez en cuando el progreso de la civilización cristiana, y obtenemos una noción justa de lo que el evangelio de paz en la tierra y de buena voluntad hacia los hombres ha hecho en sólo dieciocho siglos.
Almacenadas hoy en los arsenales de las naciones cristianas más ilustradas hay suficientes balas para matar a todos los hombres, mujeres y niños sobre la tierra. Hablemos de paz, hermanos míos –elevemos nuestras colas, nivelemos nuestras orejas, bajemos nuestras mandíbulas y cantemos tonterías piadosas de calidad superior sobre la influencia humanizante de nuestra bendita religión. ¡Toma!, hay más cristianos asesinados por cristianos en una década que paganos por paganos en diez. Y cada vez va a peor. El siglo pasado fue el más sangriento, pero fue superado por la primera mitad del presente, a la que los primeros veinticinco años de la mitad restante excedieron en terror. Puedes evangelizar el mundo con la profundidad de un pie y agitar los tirantes de los pulmones “saludando el amanecer de una nueva era”. Puedes desencajar los brazos componiendo falsos remedios para la guerra. Puedes mimar cualquier engaño que prefieras, y publicar tu propia receta de dulce sagrado. En cuanto a mí, continuaré saludando a todos los varones cristianos recién nacidos y les daré el tratamiento de coronel.

* Ambrose Bierce. En 1885

 

¡Qué poco ha cambiado el mundo, señores!

Pide, pide por esa boquita…

Pero bueno, ¿en que quedamos?

¿No fueron los señores del PP los que, cuando estaban en el desgobierno de este país, enviaron soldaditos a tan lejanas tierras diciendo que nuestros militares iban para ayudar a las abuelitas afganas a cruzar las calles?

¿Y no eran los señores del PSOE, en la oposición, los que pedían reconocer que participábamos en una guerra?

¡Que estraño caso de esquizofrénico cambio de personalidad nos invade!

También resulta muy curioso que ahora se pida la condecoración póstuma de esta muchacha… ¿?

Y digo yo: esta mujer ¿no era un soldado profesional fallecida en el desempeño de su trabajo? Creo que la respuesta es afirmativa, por lo que no es descabellado afirmar que ha sufrido un «accidente laboral». Consecuentemente, sería de esperar que se diese el mismo tratamiento a todos los cientos de accidentes laborales que a diario ocurren en nuestro país.

Pero no, creo que no será así. Todo lo más que el resto de los curritos españoles podemos esperar, es la Gran Medalla del AJO y AGUA.

PD: y por supuesto, mi respeto y mi pesar a la familia y amigos de la soldado Idoia Rodríguez.