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De la serie nombres poco afortunados. Estampas canarias (II).

afilarmonica-nifu-nifaSin duda es difícil buscar un nombre adecuado a las cosas. Cuando todo falla… lo primero que se nos ocurra. Vean el nombre de la calle AFILARMONICA NIFÚ-NIFÁ sin duda un nombre poco afortunado en al menos dos sentidos uno el de la confusión con filarmónica y otro el nifú-nifá. Se trata de una asociación chirigota de los carnavales, por lo que tampoco tiene mayor importancia. Como es sabido la cultura y la fiesta en este país suelen estar reñidas hasta el punto en que se considera la fiesta casi como la única forma de cultura digna de mención en los medios de comunicación. Vean, sino, cualquier día de estos un noticiario televisivo con un mínimo espíritu crítico.

Con B de Vestia, señor…

¡MCon B de vrutoenuda panda de acémilas hay en las calles! Incluso tras el PC, observen sino, la foto del cartel que he encontrado en las pucelanas paredes. Igual es un truco publicitario, porque luego en el texto de letra pequeña está bien escrito. Vamos que será el único documento en el que la letra pequeña nos dé una sorpresa agradable.
Por cierto, si este es el resultado de los últimos planes educativos, mejor volvemos a los viejos… Y eso que hasta les ponen una asignatura de informática (con guarrindous, claro) pero parece que este no ha aprendido a darle al botoncito con las letras abc que todo programa de diseño, oficina o correo-e que se precie incorpora. Y es que ya lo dice el adagio «quod natura non dat, Salmantica non praestat» que en román paladino viene a ser «de donde no hay no se puede sacar».

Las hordas rojas

Confieso mi animadversión a todo tipo de espectáculo (sea cual sea) cuyo efecto en las personas sea la de transformarlos en borregos a ultranza. Y me da igual que se un partido de fútbol, un concierto, una procesión o una corrida. No hago distinción puesto que todos y cada uno hacen de la conciencia algo supérfluo, eliminan la libertad, molestan a los congéneres y encima hay que callarse porque los energúmenos son capaces, en su exaltación, de cualquier tropelía. Ya no quiero ni mencionar el dinero que estas cosas cuestan a las arcas públicas, porque resulta irrisorio frente a las ingentes cantidades que los políticos a los que votamos son capaces de robarnos. Hasta sus propios medios de comunicación son ya incapaces de tapar estas vergüenzas.
Acompaño una fotito en la que, observen, mucho «diseño», mucha «poesía» y poca ortografía. Vamos que dice mucho de los autores de la idea, de los confeccionadores de ella y en general del paupérrimo nivel mental que tienen los individuos/as que circulan por las calles.
No puedo, sin embargo, acompañar una imagen que contemplé según volvía a casa en el preciso instante en que el gol hacía mella en las gargantas de medio país. Un gitano cincuentón, morenazo, barbudazo y descuidado salía banderita española en mano a la calle a gritar aquello de «España, España». Joder, me dije, el fútbol como elemento de integración de una raza que nunca ha reconocido ni país, ni dueño, ni fronteras…
¡Vivir para ver! Han pasado dos mil años desde tiempos de Calígula y fíjense que todo sigue igual, al pueblo para mantenerlo contento «pan y circo» pero como decía uno que yo me sé, «Joder que poco pan y que mal circo! Ahora las fieras están en las gradas y de naumaquias ni hablar.

La ley de la compensación

ley-de-la-compensacionEl humano medio que pulula por las calles de este santo país (cada vez menos santo y menos país) es de una estulticia galopante amén de una dejadez pasmosa. En el escaparate que capté para ustedes con la cámara había dos faltas de ortografía garrafales. La una, ALOGENO sin hache, referida sin lugar a dudas a HALOGENO. Seguro que si el señor hubiese leído la referencia interna de la cajita no habría puesto esta salvajada. Pero la otra HAGUA así, como suena con H, es de imbéciles profundos, coño. Sin embargo se compensan como mi amigo Chus diría, por la Ley de la compensación.
Y ya que estamos, me acuerdo de una historia que me contó Carmen que tenía que ver con haches también. El panadero de su pueblo encargó digamos (por poner un número) 10.000 bolsas de plástico para sus productos. Cuando llegó el pedido, su hija, se dio cuenta de que las bestias pardas de la fábrica de bolsas habían puesto entre los ingredientes ARINA. Se lo dice al flamante titular del negocio, osease, su padre, para que las devolviese dada la hiriente falta. El padre mira la bolsa, mira a su hija y dice: total, no las vas a devolver sólo por una letra. Real como la vida misma, iluminador cual foco ALOGENO y prístino como el HAGUA.

Buenas noches.

Cero en ortografía

El lugar que se anuncia con ese cochambroso cocinero comete muy a menudo faltas de ortografía en sus anuncios. Suponemos que tienen mejor tino en el manejo de alimentos, en la confección de sus comidas o en el trato a su clientela, porque estas tres últimas son materias que pueden acarrearles serios problemas legales o empresariales. Señores, ¡menos TV y más libros!