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País de romerales

Esto del «país de romerales» que le gusta mucho decir al Malvado Margarito (Malvargarito en lo sucesivo) era una concepción del Forges (Antonio Fraguas en el Mundo Real). Imágenes como la que ilustra este comentario son las que definen ese incorregible «país de romerales».

Para los amantes de la precisión la imagen está captada en Béjar (Salamanca) y perdonen por la mala calidad de la misma.

La quintaesencia del país

Ni a propósito se puede hacer un resumen de la mentalidad de este terruño con la simpleza, limpieza y claridad de ejecución que ostenta el escaparate encontrado en Tarifa (Cádiz) no hace ni medias vacaciones. Vean, vean ustedes mismos la foto y díganme si le falta algo que yo, ahora que recapacito, sí que hecho en falta.

escaparate-tarifa

Traducción a palabras escritas para amantes de las papillas, alimentos digeridos y otros subproductos de la cultura yanqui que tanto admiramos: fútbol y cachondeo nos hacen minúsválidos (mentales). Por cierto, si hubiese un alzacuellos, todo completo.

Se me van acabando los objetos de comentario encontrados en Andalucía, pero siempre encuentro en Castilla-León suficientes gilipolleces como para diez o doce comentarios al día. Acontece también que ando ocupado en digitalizar viejas fotos de película entre las cuales he encontrado algunas perlas de las vistas en Canarias hace años. Pasaremos pues a poner a escurrir otra parte de nuestra patria geografía, que no se diga que nos cebamos en los mismos estúpidos habiendo material de sobra allá donde se viaje. Lo podrán comprobar en las próximas entregas.

Paradojas de la historia

Como cada 20 de noviembre el medallón del otrora dictador y caudillo sito en la plaza mayor de Salamanca, se viste de plástico para evitar las iras de los ciudadanos. El ayunta-miento de Salamanca, en su celo conservador (del patrimonio) ha decidido hace tiempo proteger tan insigne medallón mediante la colocación de una protección plástica que evite que lo jodan. Este mismo elemento plástico (el que evita que nos jodan) es llamado preservativo e incluso el amigo Fatzinger aprueba hoy su uso. Ese condón, amigos, cuya proliferación se evitó durante décadas en este santo-país-reserva-espirititual-de-europa que proclamaba a los cuatro vientos la necesidad de familias numerosas. Ese condón tan huido ha acabado en la misma cara (de piedra) del señor que con mano de piedra lo anatematizó. Paradojas de la historia, Pedro Navaja matón de esquina, quién a hierro mata a hierro termina.

Las hordas rojas

Confieso mi animadversión a todo tipo de espectáculo (sea cual sea) cuyo efecto en las personas sea la de transformarlos en borregos a ultranza. Y me da igual que se un partido de fútbol, un concierto, una procesión o una corrida. No hago distinción puesto que todos y cada uno hacen de la conciencia algo supérfluo, eliminan la libertad, molestan a los congéneres y encima hay que callarse porque los energúmenos son capaces, en su exaltación, de cualquier tropelía. Ya no quiero ni mencionar el dinero que estas cosas cuestan a las arcas públicas, porque resulta irrisorio frente a las ingentes cantidades que los políticos a los que votamos son capaces de robarnos. Hasta sus propios medios de comunicación son ya incapaces de tapar estas vergüenzas.
Acompaño una fotito en la que, observen, mucho «diseño», mucha «poesía» y poca ortografía. Vamos que dice mucho de los autores de la idea, de los confeccionadores de ella y en general del paupérrimo nivel mental que tienen los individuos/as que circulan por las calles.
No puedo, sin embargo, acompañar una imagen que contemplé según volvía a casa en el preciso instante en que el gol hacía mella en las gargantas de medio país. Un gitano cincuentón, morenazo, barbudazo y descuidado salía banderita española en mano a la calle a gritar aquello de «España, España». Joder, me dije, el fútbol como elemento de integración de una raza que nunca ha reconocido ni país, ni dueño, ni fronteras…
¡Vivir para ver! Han pasado dos mil años desde tiempos de Calígula y fíjense que todo sigue igual, al pueblo para mantenerlo contento «pan y circo» pero como decía uno que yo me sé, «Joder que poco pan y que mal circo! Ahora las fieras están en las gradas y de naumaquias ni hablar.