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Cuando las barbas de tu vecino veas pelar…

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La noticia de este enlace, ni demasiado novedosa ni demasiado extraña, normalmente no salpica a los señores curas de este país. Pero ojo, existir existen, como las meigas, aunque nadie los vea o, en este caso, los vea en las salas de los juzgados. Miedo al qué dirán, miedo a las represalias. Miedo en España ha habido mucho. Si entrar a juzgar y relatar experiencias personales vividas por el que escribe, me limitaré a ilustrar estos pensamientos con sendas fotos tomadas sobre el 2005, quizá 2006 en Salamanca, concretamente en el edificio que es ahora de Sanidad Castilla y León. Apareció un buen día la pintada de arriba, «curas pederastas» que a alguien le molestó no por lo de pederastas, sino porque fueran curas y, armado de aerosol de pintura de similar color, procedió a dejar en «pederastas». Vamos que no importa nada que haya pederastas, pero por favor, que no se haga público que son curas. En fin, tramas y urdimbres de la sociedad que nos rodea, culta, democrática y sana.

Exceso de celo

Estamos en un mundo que ha perdido el norte, nuestra brújula gira loca, sin sentido. Esta afirmación se puede corroborar a diario sin más que pasear con mirada crítica y estar al acecho de alguna historia que destripar. Como acechor de historias llevo a menudo una cámara conmigo como testigo, no se diga luego que me invento cosas. Y ahora que los trabajos urgentes van dejando algo de tiempo libre, saco a la luz de los visitantes de este lugar alguna de las fotos tomadas. Esta que ilustra el artículo fue hecha en navidad, en lugar que he ocultado a las miradas indiscretas. Vean ustedes el celo que han puesto las almas bienpensantes, bienhacientes, bienquerientes que organizaban el evento en ocultar mediante trazos de rotulador los ojos de las criaturas que aparecen felices como anticipo a las dádivas de los compradores de dicho rastrillo. Ocultas miradas, pienso, a los lascivos ojos de los que se aprovechan de los niños y los usan en sus sucias maniobras pederastas. Tapados los ojos, quizá, para que los lascivos grajos de largos trajes abotonados hasta el tobillo no puedan recordarlas y usarlas en sus horas de sensualidad enfermiza. Pero basta, que quizá se trata sólo de emular las prácticas de periódicos y tele-basuras. O igual es para evitar las denuncias de los legítimos progenitores de esas criaturas, quizá adoptadas. Puede que incluso se intente evitar el pago de los exorbitantes emolumentos por derechos de autor. Se me antoja, incluso, que algún amable lector tenga otra explicación.