La consecuencia lógica del uso del viagra portugués, el piri-piri que ayer comentábamos, se deja ver en la tienda de enfrente. En la foto pueden apreciar el expositor de insignias (ahora les llaman «pins») que tiene la tienda justo enfrente del iluminado publicista de la guindilla. Vean la variedad de posturas distintas que dan lugar a tantos productos distintos como para formar, casi, un kamasutra. Una tentación para el viandante turista que busca un artículo distinto a esas espantajadas a que nos tienen acostumbradas las tiendas de recuerdos. No duden en usar el botón derecho para ver la imagen en toda su magnificencia.
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Una de risas
No todo van a ser penurias en esta vida. Miren cómo anuncia un comerciante portugués el piri-piri, mejunje al que los lusos son bastante aficionados. Se trata de una maceración de guindillas piri-piri (de las que toma el nombre) en aceite, vinagre, y otros condimentos con la que aderezan las comidas. Lo fabrican en sus casas de modo artesanal y, por supuesto, también se vende ya confeccionado para deleite de los más vagos, ocupados o inútiles. No les recomiendo que lo prueben (como afrodisíaco) a no ser que tengan prisa por coger algún avión, en cuyo caso puede que, incluso, no necesiten avión.
Como son estos portus, que dejan atrás a los de Bilbao. Bueno, igual es que los de Albufeira son el equivalente bilbaíno en tierras de Viriato.