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Lusitanadas

Vean otra lusitanda (también de Lagos, creo): «santinho» espartano, que contrasta con muchacha coqueta (luce el famoso corazón de oro, joya portuguesa por antonomasia).

En fin, mucho cambiaron los tiempos. Afortunadamente ahora hay poco fraile por la calle, lo que se agradece bastante.

Señalización cruzada

En el Algarve portugués encontré esta curiosa mezcla de señales. Me llamó la atención en primer lugar el puti-club… que noooooo. Me hizo gracia la señal (salazarista) azul del señor tocado con niño de la mano y luego, cosas, me hizo más gracia ver el anuncio del puti encima. Aún se puede ver en San Google Streetview, en Largo dos Quareteis. Y luego, busca buscando, resulta que no fui el único que vio la curiosa mezcla, como indica este enlace. Eso sí, yo hice la foto un año antes, pero por cuestiones informatico-demoníacas, no la puse hasta hoy.

 

Bar «El sado» (de la serie «Nombres poco afortunados»)

Foto hecha en Portugal, razón por la cual he hecho una búsqueda del significado de la palabra en ese idioma (si la hubiere) pero no parece. Tampoco he puesto mucho ahínco, vaya, sólo he buscado en uno (bueno, eso sí). Nos queda por tanto la duda de si los propietarios lo pusieron por ser aficionados a la práctica de esa modalidad de pasión en la que usa el látigo (entre otras cosas) o bien, vista la jaez del tal negocio, alguna otra fue la motivación de los sádicos. Queda en cualquier caso a su disposición, queridos (y escasos) lectores, hacer ulteriores investigaciones.

Actualización: Me informa el Malvado Margarito que «Sado», a parte de la hoy ya extendida práctica sexual, es el nombre de un río portugués que nace en la sierra de Calderião y desemboca en Setúbal.

Viajar para ver y ver para creer

Encontré en Mirandela (Portugal), una zapatería que me llamó la atención por lo de «Se vende zapatos para pies diabéticos». Le hice una foto y luego indagé por ahí el asunto, desconfiado que es uno. Resulta que sí, que hay una cosa llamada pié diabético. No sé cómo serán esos zapatitos, sin embargo, haber necesidad háyla. Como dice uno que cito a menudo «el mundo es fractal».

Ideas peregrinas

Vean el paisano trasmontano de Mirandela (Portugal) que tuvo la maravillosa idea de poner una palmerita delante de la puerta. Esa que le iba a recordar las tierras fantásticas en las que hizo la platita para volver a la paupérrima patria, construirse una mansión estilo colonial con palmeritas y todo. Y la palmera creció, y creció, y creció… taponando la entrada, dejando la puerta prácticamente inútil. No sería mucho problema si hubiese más puertas en la propiedad… pero no las hay. Bueno, al que tuvo la idea le dará igual porque llevará mucho tiempo oliendo flores desde abajo, como dicen los polacos con su fino humor negro. Eso sí, el bisnieto, tataranieto o chozno seguro que se acuerdan de su antepasado a menudo.

Valle ¿maloliente? (de la serie «Nombres poco afortunados»)

Si el viajero que se desplazase por el luso vecion fuera en busca de estupideces con que llenar una página como esta, sin duda encontraría gracioso (como le paso al suscribiente) el nombre de la quinta (propiedad) que toma a su vez el nombre del valle: Meão. Si dicho viajero fuese español, como es el caso, haría una fotografía y comentaría que vaya ocurrencia tuvieron al ponerle el nombre al dicho valle. Porque llamarle valle Meao (o meón por similitud con avião-avión) sería adecuado si fuese un vallecillo estrechuco escondidos en el cual los transeúntes hiciesen sus necesidades mingitorias. No es el caso, puesto que el valle es anchísimo, abiertísimo, y los transeúntes habrían de ser innúmeros para hacer de él un valle más «meao» que otros. A la vista de la fotografía me remito, comparando las letras con las vides de atrás, las dichas letras deben tener como tres metros de altura.

Y si más tarde el dicho viajero se diese al vicio llamado curiosidad y buscase en un diccionario la tal palabra «meão» vería que es equivalente a «medio o mediano, ni grande ni chico» y entonces no tendría gracia la estupidez ni el comentario a la tal foto. Y es que la realidad puede chafar una buena estupidez, amiguetes.

Más señalética imaginativa

Esta foto está hecha (creo recordar) en la costa portuguesa, tipo entre Lisboa y Peniche, probablemente en los alrededores de Azenhas do mar.

No me negarán que la señalita se las trae. Cruenta y realista, pues en esa misma zona (en Cabo de Roca, cerca de Sintra) ocurrió por esas fechas (8/2014/) un accidente en el que se vió implicado un matrimonio polaco y sus dos hijos. Fue noticia de periódico la historia en la que el matrimonio, en su afán por lograr una buena foto, saltaron la protección de seguridad mientras quedaban los niños a cargo de la cámara. Un paso atrás en falso hacia el vacío de 80 o 90 m. dejó a las criaturas huérfanas, abandonadas y en tierra extraña. En el rescate trabajaron hasta 29 personas (barcas, coches, cuerdas, helicóptero…) para poder recuperar los cuerpos.

Un drama que, de haber seguido el sentido común (si es que existe) o las indicaciones no habría ocurrido. Quizá por eso las señales sean tan crudas. Es que son reales como la vida misma y somos tan estúpidos que por una buena foto nos jugamos la vida.

Acusatio manifesta

Esta es la segunda parte de «excusatio non petita, acusatio manifesta», la máxima que pone al

descubierto el desliz psicológico de descubrimento de algo que hemos cometido mendiante la exposición no solicitada de la excusa. No se trate de ver en el título (una parte) el completo de la máxima latina.

Trato aquí de ilustrar lo que me vino a la cabeza al ver este confesonario con cuernitos coronando la parte superior. Igual se puede pensar que son llamas. En cualquiera (o cualquiese)* de los casos lleva el pensamiento al infierno y al maligno, ese con el que tanto nos acojonaron (curas, maestros y padres) de pequeños y que luego, como el purgatorio, se disolvieron en el olvido como el muro de Berlín y esperemos, se disuelvan los de Gaza y el Sáhara. Pues eso, que no sé como el cura le permitió al carpintero esta fantasía ni cómo se le ocurrió al carpintero, pero el caso es que parece indicar que allá escondido está el mismo demonio y sus asechanzas.

Pido disculpas por la calidad de la foto que no me acuerdo dónde la hice. Juraría que fue en Portugal por la azulejería del fondo, pero a saber…

* Que diría Ernesto Laguna Verdana

Hacerse los zuecos (de la serie «soluciones de bajo coste»)

Para que luego digan que los portugueses no saben hacerse los «zuecos», les presento esta lusiada (que no es de Camões) que fotografié en el vecino país no hace mucho tiempo. Estaba expuesta en un escaparate de no-me-acuerdo qué comercio. Hay que reconocer que el trabajo es fino.

Se trata de una botita de goma hecha con neumáticos (rebajados en parte, suponemos) con unos trozos de alambre y hasta el detalle de la tira de cierre con su herraje y los agujeros con ojete, oiga. Todo un lujo de trabajo que todos podemos ponernos a realizar evitando, eso sí, las grapas que se oxidan, que dan mala prestancia y riesgo de infección.

Es de imaginar que la tosquedad del material interior no permita llevarlo con medias de seda o calcetín ejecutivo. Ni a pie descalzo. Más bien habría que ponerse unos calcetines gordos que, de paso, absorbiesen la transpiración. O incluso otros zapatos debajo y usarlos tipo almadreñas (madreñas, zuecos…).

Queda para otro rato hacer el pie izquierdo porque tal y como se encontraba en el escaparate sólo una pequeña parte de la población podría hacer uso del rudo y gomoso invento.

Nombres imaginativos

Ya me han informado de que me traiciona la memoria (bueno, las parejas también) y que el cartel de la entrada anterior no estaba en Menorca sino en Madeira. Y allá se encuentra también la «calle del frigorífico» que hoy ilustra este blog. Está claro que en Funchal sería muy importante la aparición del invento y que lo fue hasta para darle nombre a una calle. En Salamanca también tienen la «calle de la radio» y el «tunel de la televisión». Sin embargo me gusta más la «calle de la afilarmónica Nifu-Nifá» que encontré en Santa Cruz de Tenerife. Arranca sonrisas que se cotizan caras en estos tiempos.

Es también de reconocer que el uso de calles con estos nombres es mejor que andar dedicándoselas a santos, vírgenes, curas y generales, cuando no a dudosos pro-hombres de la patria, cantantes, futbolistas, tonadilleras, toreros o «Mariquelos».