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Ideas publicitarias

Vean este cartel (la foto ya tiene tiempito) que había en el camino de las aguas de Salamanca, concretamente en un comercio llamado «La hermosa». Como tienen otro comercio llamado «La gamba» han hecho un club de fidelización al estilo de los grandes almacenes. Club: «La hermosa y la gamba» El nombrecito se las trae, pero salva la papeleta, cosa que no hace el publicista de turno con los siguientes elementos: frutas, congelados, los dos logotipos, las «ventajas» y una muchacha (¿su novia o hija?) blandiendo la tarjeta. La composición y el resultado final son lamentables y además  la vista del cartel y ya haciendo cachondeo: ¿Y dónde está la bella gamba?

La tentación

Bello ejemplo de cómo anda la sociedad. Foto tomada hace unos días en el centro de Valladolid, en Teresa Gil, junto a la tienda Xocoa dedicada a la venta de variantes de este producto. Desde luego el enjuague preparado por el cartel y el lugar de anclaje no deja insensible. Nótese la dicotomía producto-basura, la flechita que dirige la atención hacia la papelera, como indicando el lugar natural de las bolitas marrones, así como la paradoja inmediata tentación-candado. Se podría cambiar el eslogan «¿Puedes resistir la tentación?» por otra frase como «Deposite aquí la mierda de su perro». Bueno habría que añadir un guantelete en la mano para evitar lo evidente, pero la publicidad sería igualmente válida. Igual con la crisis, hay que empezar a reciclar también los mensajes publicitarios.

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Estampas canarias (y V)

publicidad-subliminalLa publicidad como fuente inagotable de las estupideces que el ser humano es capaz de parir. En esta sacrosanta sociedad hiperconsumista no resulta fácil encontrar lugar de solaz mental a la invasión de golpes invitándonos a la decisión de un producto u otro. Y en muchas MUCHAS ocasiones los publicistas de doctorado-y-master en sus oficinas no tienen contacto con la realidad más allá de su propia imaginación. Se imaginan, así, un mundo idílico de consumidores lelos idolatrando las ocurrencias que sus patéticas mentes escupen como mierda la boca de la niña de «El exorcista». Luego llega la realidad con su baño de vulgaridad, de necedad, de miseria, de tristes remedos de los mundos idílicos y artificiales que estas gentes imaginan en sus flamantes oficinas de pisos en rascacielos. Pero la realidad, amiguetes, es cruel y no respeta a estos pobres. No tiene consideración ninguna con el impacto visual que ellos habían creído producir, no llegan al público teórico porque una valla fronteriza de realidades echa todo por la borda. Y resulta que las fantásticas ideas de la pantalla del ordenador simuladas en sistemas tridimensionales deben saltar por encima de los comerciales que, ávidos de cartera y acicateados por un mísero sueldo, deben vender a toda costa. Y engañan a todo quisque con tal de conseguir cubrir objetivos porque, pobres, su raquítico sueldo es complementado por la zanahoria sujeta al palo que son los objetivos. Y la mezcla de ambos ingredientes, realidad y ficción, forma un mágico sistema explosivo que se ofrece a cualquier cámara de fotos que se lleve. Vean estas dos muestras de anti-publicidad que se prestaron a mi cámara allá por el principio de siglo, junto a la playa de las Teresitas (Tenerife).

Si hubiese querido hacerlo a propósito no me habría salido mejor, fijo.

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