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Me río del río

No se trio-agua-vivarata de un juego de palabras, no. Bueno, quizá sí. Y también de conceptos que se me mezclan en el cerebro reblandecido por el consumismo (no comunismo) que me rodea y que se empeñan en meterme hasta por el orto más a menudo de lo que puedo digerir. Esta vez el indigesto producto es el agua, si, agua, joder, agua. Agua de toda la vida, que en tiempos era gratis y limpia. Ahora viene en botellas y es cara, muy cara. Tan cara como la cara-dura de los tipos que, con tal de vender, se agarran a un clavo ardiendo. Si Santa Fon Bella levantase la cabeza seguro que corría rauda a comprar este espectacular producto de la desfachatez que caracteriza estos tiempos mercantilistas. Ya no les basta con vender ese agua milagrosa en botellitas en forma de virgen en cualquier Lourdes o Fátima, no. Ahora también pretender invadir nuestras mesas con la putrefacta mitología que impregna sus soeces mentes. Quieren que bebamos de este río de agua viva, viva, sí, como vivos son los que la venden, los que dan pábulo a los que la venden, los intermediarios, los embotelladores y los botarates publicistas que tienen estas ideas en sus servicios y no las dejan ahí.

Gracias, amiguita, por el enlace.

El cambio cultural

Aualto-y-a-bebernque le pese al Malvado Margarito, algunas cosas cambian a mejor. Prueba de ello es la fotografía que ilustra este artículo. Está tomada hace un tiempo en Aranda de Duero (Burgos) donde viajo de vez en cuando a visitar a la amiga Ana B. Pues en la zona centro encontré esta perla de la publicidad de los años 60, parece, aunque bien podría se incluso posterior. El guardia incitando, ordenando, que el conductor se detenga y se ponga a soplar.

De aquellos tiempos (1972) recuerdo un anuncio en que la Dirección General de Tráfico instaba (ojo, no ordenaba ni nada, recomendaba) que se tomase una copa de menos. El anuncio de la tele tenía una barra de con cuatro o cinco copas de coñac y una mano retiraba o rechazaba la última de ellas, mientras sonaba el eslogan en off «Conductor, siempre una copa de menos». Luego unos listos sacaron un licorcito (morado, creo recordar) que se llamaba MENOS, la picaresca española no tiene límites.

Prometo volver mañana con más cositas que he capturado en las vacaciones.

Ideas peregrinas de la generación «Master»

amás de cornudo, apaleadoImagen captada hace unos días en el escaparate de Oysho, franquicia del magnate español de la moda. Uno de sus chicos/as, estos que estudian con furia en universidades privadas (de moral, sobre todo), que a codazos y golpe de billetera se hacen con un master en alguna universidad yanqui (a ser posible) y que van pisoteando compañeros sin conocer más amistad que la cuenta bancaria y el boato estúpido han parido la idea del otoño: ¡Maniquíes con cuernos! Joder, o me llaman cornudo si lo compro, o me llaman imbécil si no voy a la cornúpeta moda de las mentes calenturientas de esta gentuza. Lo peor es que encima irán de ecológicos porque son de madera. Bueno, también las eléctricas y las petroleras llevan logotipos verdes para esconder sus negras maneras y mareas (respectivamente). Lo que más me sorprende es que no le hayan puesto una puta nariz roja y ya vale para la temporada de navidad que empieza uno de estos días. Mañana igual veo algún papanatas colgando bolitas de colores o poniendo pretenciosas alfombras rojas. Pero bueno, eso es harina de otro costal. Les dejo con la saga de frenti-adornados.
Ah, mira, acabo de entenderlo: «Amás de cornudo, apaleado»

P. de picaresca

potón por pulpoCada día me resulta más difícil no pasar por tonto, no ser engañado, tener una mínima conciencia de la realidad que me circunda. La publicidad hace de palanca en los cerebros de los modos más insospechados para lograr el único fin que actualmente parece importar: la pasta. Les presento un manifiesto engaño dentro de los límites de la legalidad, para que nadie pueda echarse las manos a la entrepierna y denunciar a nadie. Quedan lejos los tiempos de las marcas como SONYA, SANKYO ó sus innumerables variaciones que atraían a los incautos compradores que no prestaban demasiada atención a la grafía de las marcas. Un coladero de productos que vivían (y viven) a la sombra del prestigio de los grandes. Pero no es la única forma de dispersión, no. Existe esta otra, la del impacto visual del producto más allá de la marca. Es el caso de este paquetito de P. COCIDO cuya imagen enseguida nos hace pensar en el pulpo, pero que, como se puede comprobar nada más dar la vuelta al paquete, se trata de POTÓN DEL PACÍFICO, producto mucho más barato, menos vendible por su nombre y que se hace pasar en muchos bares de pinchos por el afamado pulpo. El potón es un cefalópodo de considerable tamaño cuyo sabor es bueno y su textura agradable siempre que se cocine bien. Tengo amigos que afirman no poder distinguirlo del pulpo. Se da la casualidad, eso sí, de que en el lugar donde lo compré el cartel hecho a mano que anunciaba la oferta (1 kg. por 5 euros) ponía claramente PULPO COCIDO. Puedo pensar que debido a un perdonable error el comerciante había picado (con p.) como es la pretensión evidente del cartel. No así en otro lugar en que el más cauto vendedor había repetido la patraña del p. con toda naturalidad.
La p. de picaresca sigue vigente hoy más que nunca, de modo que hay que andarse con cuidado para no picar (con p.) en las patrañas (con p.) de la publicidad (con p.) y que nos den p. por pulpo, digoooo, gato por liebre.

Lluvia dorada ¡en bolsas!

Lluvia_dorada Desde luego la inventiva publicitaria no tienen límite. Caso ejemplar es este sobre de plátano macho frito que se vende en Lidl y que anuncia, como quien no quiere la cosa, una lluvia dorada sobre el mundo. Jesús, que tolerancia la de esta sociedad-suciedad que vende las perversiones en bolsas asequibles a cualquier bolsillo. Bueno, quizá estoy siendo muy mal pensado y todo resulta en una mala interpretación, involuntaria, del texto que acompaña al producto. Veamos, busco en el oráculo del siglo XXI (sangoogle) a ver que dice: y, efectivamente se confirman mis temores puesto que todas las primeras entradas hablan de sexo. Vale, pensé que me estaba volviendo paranoico. Entonces la conclusión es clara y evidente: PQC (Pero qué coño) piensan los diseñadores cuando hacen su trabajo. O, siendo castellano (ergo pensando mal para acertar), ¿no será perfectamente voluntario el desliz?
En fin, buenas noches, que se me calienta la neurona y lo mismo peta como una batería en cortocircuito.

Publi-pan

El otro día no cabía en mi asombro cuando, al ir a comprar un pan, me lo dieron metidito en una bolsa de papel atascada de publicidad y otras basuras impresas. Resulta que no me van a dejar de meter el ruido del compra-compra ni cuando coja el inocente pan entre mis manos. Ya me mosqueé un día hace unos dos años cuando vi en un surtidos del Carre-ful de Valladolid una maldita pantalla que me iba informando de lo feliz que sería si compraba no sé que producto al compás del llenado de mi depósito y vaciado de mi bolsillo. No solía entrar en esa gasolinera pero juro por San Ubuntu que no vuelvo a pisarla así esté el depósito más seco que las cuentas bancarias del cabildo Valenciano. Al paso que vamos nos pondrán publicidad hasta en la mierda, para que cuando vayamos al servicio alguien pueda sacarnos la pasta también por el culo. ¡Qué asco de sociedad, joder, que nos está convirtiendo en monederos con patas! Menos mal que, por la ley de la compensación estaremos en el momento álgido (espero) de la subida del péndulo y luego tocará una época en que el ruido del los productos no invada nuestras vidas! Ansío que llegue ese momento tanto como que desaparezcan las guerras…

Por cierto, no pierdan la oportunidad de leer los anuncios de la bolsita, que se las traen, y por eso he fotografiado anverso y reverso.

Espacio de despilfarro

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--- Ejemplo de despilfarro ---

A los politicastros que gobiernan este país se les llena la boca de boberías y viven en los mundos irreales que su megalomanía crea en paraísos imaginarios. Y luego pretenden hacernos partícipes de sus iluminaciones al resto de tristes mortales que pagamos esas tonterías. Una de ellas, ilustrada en esta foto, es la idea que tienen de que la información que nos brindan puede cambiar la realidad. Una campaña publicitaria y todo se arregla. Ni el mismísimo Goebbels tenía tan clara la función de la propaganda.

El edificio que se ve es el hospital clínico universitario de Valladolid. La pared que cubre el muro tiene (medida en el SIGPAC) 15 metros de ancho. Calculo que la relación de ancho-alto del «cartelito» es de 1’5 x 1, de modo que andará, grosso modo, en unos 15×20 m. O sea, unos 300 metros cuadrados. El precio de impresión de material en tela para un mortal como yo anda los 30 euros el metro cuadrado. Para las instituciones, como el SACYL, no creo que bajen de 40. Esto hace la espeluznante cifra de 12000 (si, DOCE MIL) euros el precio de la brillante idea del memo que ha decidido publicitar la frasecita, eso sin contar con los gastos de colocación. Si pienso mal lo hago en el sentido de que algún familiar de algún cargo ha sorteado bien la crisis. Si pienso peor lo hago con la mente en las listas de espera que se alivian con hospitales privados. O peor, si la mala suerte te acompaña, el alivio se hará en el camposanto.

¿No habrá mejor destino de los caudales públicos que engrandecer la megalomanía de nuestros dirigentes?

Valladolid virtual

Ya está en marcha la web Valladolid virtual, fruto de  nuestros últimos años haciendo fotografías panorámicas. Será un lugar donde intentaremos realizar una visita fotográfica detallada de la ciudad de Valladolid, y quizás más adelante, de toda la provincia… Aún tiene poco contenido, nace con cinco escenarios de la ciudad, pero esperamos que pueda crecer en breve.

Podéis pasaros por allí, echar un vistazo y opinar que os parece.