
Si en este país la clase obrera está siendo vilipendiada a gusto (y la que nos espera…) es por culpa, entre otros males, del lamentable estado del sindicalismo que hemos ido pariendo desde el 1977.
Ayer en la salmantina Gran Vía entre las dos manifestaciones que los tres sindicatos más representativos organizaron ayer. Si, DOS manifestaciones, no me he equivocado. Una con los sindicatos oficiales CCOO y UGT, y otra de CGT. Los sindicatos del poder esgrimían bellas banderolas y pancartas muy trabajadas además de que habían desplegado a todos los que pudieron. Tras ellos, protestando también con alguna banderola menos y alguna pancarta más cutre, iban separados por unos 50 metros, los de CGT. Lamentable espectáculo ofrecemos cuando ni cuando nos dan por culo somos capaces de unir fuerzas contra el malo. Y luego claro, cada uno con su declaración separada, los del poder en la plaza de la prostitución constitución y los alternativos frente a la estatua al empresario. Esa de la imagen que ilustra este comentario. Alguno había subido y colocado una banderita del PCE, pero luego subió un embozado (al que los anillos delataban más que un DNI) y colocó la de la CGT. Crecido en su hazaña y jaleado desde abajo retiró la del PCE. La instantánea está tomada al poco rato, y aunque la foto no es para un premio, sí se aprecia con claridad la hazaña del embozado y sus secuaces. Ese espíritu es el que impregna al asalariado español: individualismo e intolerancia, comodidad y desconocimiento, pasotismo y egoísmo.
Así nos va…
Nota: Me informan de que el ejemplar que retiró la bandera del PCE no era de CGT sino de CNT. Una letra hace un mundo, como entre casa y caza, coña y coño, suma y sumo, mina y mona… Al parecer la diferencia va más allá de la letrita.