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Ideas peregrinas

Vean el paisano trasmontano de Mirandela (Portugal) que tuvo la maravillosa idea de poner una palmerita delante de la puerta. Esa que le iba a recordar las tierras fantásticas en las que hizo la platita para volver a la paupérrima patria, construirse una mansión estilo colonial con palmeritas y todo. Y la palmera creció, y creció, y creció… taponando la entrada, dejando la puerta prácticamente inútil. No sería mucho problema si hubiese más puertas en la propiedad… pero no las hay. Bueno, al que tuvo la idea le dará igual porque llevará mucho tiempo oliendo flores desde abajo, como dicen los polacos con su fino humor negro. Eso sí, el bisnieto, tataranieto o chozno seguro que se acuerdan de su antepasado a menudo.

Valle ¿maloliente? (de la serie «Nombres poco afortunados»)

Si el viajero que se desplazase por el luso vecion fuera en busca de estupideces con que llenar una página como esta, sin duda encontraría gracioso (como le paso al suscribiente) el nombre de la quinta (propiedad) que toma a su vez el nombre del valle: Meão. Si dicho viajero fuese español, como es el caso, haría una fotografía y comentaría que vaya ocurrencia tuvieron al ponerle el nombre al dicho valle. Porque llamarle valle Meao (o meón por similitud con avião-avión) sería adecuado si fuese un vallecillo estrechuco escondidos en el cual los transeúntes hiciesen sus necesidades mingitorias. No es el caso, puesto que el valle es anchísimo, abiertísimo, y los transeúntes habrían de ser innúmeros para hacer de él un valle más «meao» que otros. A la vista de la fotografía me remito, comparando las letras con las vides de atrás, las dichas letras deben tener como tres metros de altura.

Y si más tarde el dicho viajero se diese al vicio llamado curiosidad y buscase en un diccionario la tal palabra «meão» vería que es equivalente a «medio o mediano, ni grande ni chico» y entonces no tendría gracia la estupidez ni el comentario a la tal foto. Y es que la realidad puede chafar una buena estupidez, amiguetes.

Más señalética imaginativa

Esta foto está hecha (creo recordar) en la costa portuguesa, tipo entre Lisboa y Peniche, probablemente en los alrededores de Azenhas do mar.

No me negarán que la señalita se las trae. Cruenta y realista, pues en esa misma zona (en Cabo de Roca, cerca de Sintra) ocurrió por esas fechas (8/2014/) un accidente en el que se vió implicado un matrimonio polaco y sus dos hijos. Fue noticia de periódico la historia en la que el matrimonio, en su afán por lograr una buena foto, saltaron la protección de seguridad mientras quedaban los niños a cargo de la cámara. Un paso atrás en falso hacia el vacío de 80 o 90 m. dejó a las criaturas huérfanas, abandonadas y en tierra extraña. En el rescate trabajaron hasta 29 personas (barcas, coches, cuerdas, helicóptero…) para poder recuperar los cuerpos.

Un drama que, de haber seguido el sentido común (si es que existe) o las indicaciones no habría ocurrido. Quizá por eso las señales sean tan crudas. Es que son reales como la vida misma y somos tan estúpidos que por una buena foto nos jugamos la vida.

Acusatio manifesta

Esta es la segunda parte de «excusatio non petita, acusatio manifesta», la máxima que pone al

descubierto el desliz psicológico de descubrimento de algo que hemos cometido mendiante la exposición no solicitada de la excusa. No se trate de ver en el título (una parte) el completo de la máxima latina.

Trato aquí de ilustrar lo que me vino a la cabeza al ver este confesonario con cuernitos coronando la parte superior. Igual se puede pensar que son llamas. En cualquiera (o cualquiese)* de los casos lleva el pensamiento al infierno y al maligno, ese con el que tanto nos acojonaron (curas, maestros y padres) de pequeños y que luego, como el purgatorio, se disolvieron en el olvido como el muro de Berlín y esperemos, se disuelvan los de Gaza y el Sáhara. Pues eso, que no sé como el cura le permitió al carpintero esta fantasía ni cómo se le ocurrió al carpintero, pero el caso es que parece indicar que allá escondido está el mismo demonio y sus asechanzas.

Pido disculpas por la calidad de la foto que no me acuerdo dónde la hice. Juraría que fue en Portugal por la azulejería del fondo, pero a saber…

* Que diría Ernesto Laguna Verdana

Hacerse los zuecos (de la serie «soluciones de bajo coste»)

Para que luego digan que los portugueses no saben hacerse los «zuecos», les presento esta lusiada (que no es de Camões) que fotografié en el vecino país no hace mucho tiempo. Estaba expuesta en un escaparate de no-me-acuerdo qué comercio. Hay que reconocer que el trabajo es fino.

Se trata de una botita de goma hecha con neumáticos (rebajados en parte, suponemos) con unos trozos de alambre y hasta el detalle de la tira de cierre con su herraje y los agujeros con ojete, oiga. Todo un lujo de trabajo que todos podemos ponernos a realizar evitando, eso sí, las grapas que se oxidan, que dan mala prestancia y riesgo de infección.

Es de imaginar que la tosquedad del material interior no permita llevarlo con medias de seda o calcetín ejecutivo. Ni a pie descalzo. Más bien habría que ponerse unos calcetines gordos que, de paso, absorbiesen la transpiración. O incluso otros zapatos debajo y usarlos tipo almadreñas (madreñas, zuecos…).

Queda para otro rato hacer el pie izquierdo porque tal y como se encontraba en el escaparate sólo una pequeña parte de la población podría hacer uso del rudo y gomoso invento.

Estampas gaditanas

No todo iban a ser chapuzas. También hay gente preocupada por la estética y que además auna el viejo mundo medieval con el pos-moderno mundo eléctrico. Este es el caso de la cruz, el cable y la pintura que fotografié en Conil. El tipo que puso el cable es para matarlo, porque igual daba subirlo o bajarlo unos centímetros para evitar la cruz. Pero claro, sería del ayuntamiento, y se le han dicho que lo ponga a tres metros de suelo, pues a tres metros va. Burro veo, burro pinto y donde hay patrón no manda marinero. Luego llega el que pinta, y claro se encuentra con la chapuza. Con tal de no convertir la cruz latina en una de San Andrés, que vaya ud. a saber la implicación socio-teológica que eso conlleva, pues agarra el bote de pintura marrón (con el también pinta la cruz) y le hace el cachito correspondiente para que, al menos, se disimule la chapuza del otro. Y hala, «apañado» este trozo del via crucis del pueblo. A por otro.

La imaginación a la pared (de la serie «soluciones de bajo coste»)

Vean a lo que llega la imaginación, la falta de recursos, las prohibiciones vecinales o lo que sea. El hecho que haya provocado que estos señores hagan el anuncio de sus servicios en cinta de carrocero (o de pintor), me parece bastante simpática. Me parece que la foto la hice en Cádiz, pero no lo aseguro. Si usan el botón del ratón derecho podrán apreciarla en todo su esplendor.

Imperdonables: la bobada de poner ciertas cosas en inglés (mal alguna de ellas, claro), de poner «french» en lugar de fráncés, «alaman» en lugar de alemán, o inglés en lugar de «english». Se supone que va a aprender el que no sabe ¿no? Bueno, y la mezcla de días de la semana, lo de la marquitis de bolsos al final… No se puede tener todo en esta vida.

Un oxímoron balear

La foto que hoy traigo a vuesas mercedes se hizo en Ibiza o en Formentera. No tengo muchas ganas de andar indagando, total poco importa. Se trata de una curiosa forma de rentabilizar espacios pequeños colocando máquinas expendedoras. En este caso están las de Coca-Cola y Aquabona, ambas pertenecientes a la mimsa empresa: hay que vender a los que toman azúcar y a los que no. Adorna la parte superior una curiosa metopa publicitaria de Cáritas con el eslógan «Trabajamos por la justicia – We work for justice». Un oxímoron, vamos.

La contradictoria mezcla de multinacional con fama de explotadora (de recursos naturales y de personas) junto a la institución benéfica eclesiástica no deja de llamar la atención. No es normal, convendrán sus señorías, ver pastar juntos a miembros antagónicos de la manada social.

Caben varias explicaciones a la contradicción que forma el conjunto: el espacio es parte de una institución religiosa (quizá la propia Cáritas), el avispado propietario se las ha ingeniado para cobrar de ambas partes o el propietario no se plantea más que llenar huecos (sea como sea).

Chapuza andaluza

Realizada en las sureñas tierras, la foto ilustra la originalidad, la tranquilidad y la habitualidad con que las chapuzas campan a sus anchas a lo largo y ancho de este país (al menos). La cinta aislante blanca que sujeta la letra ha sido puesta en dos trozos, uno de ellos en el centro, el primero sin duda y el otro en el lateral visto que no se fiaba el «pofesional» de que aquel rollo comprado en los «chinos» cuando se llamaban «20 duros» fuese a sujetar el peso de la susodicha letra de cerámica. «Ala, pá que voy a andar a comprar celo si con esto queda bien, total, pá un pueblo». Y tan pancho se quedó.