Hay que ver qué poca imaginación tienen algunas personas los nuevos productos. Ejemplo: la virgen del ladrillo que fotografié en Portugal. Bueno, igual el público objetivo eran los constructores, pero ¡coño! al menos decora el ladrillo, alma de cántaro.
El humor negro está presente en la vida septentrional hasta en los detalles más nimios. Vean este ejemplo de entretenimiento para perros que se vendía en Irlanda con el sugerente nombre de «Pierna de cartero». Creo recordar que ya lo puse hace años, pero como me come la pereza de andar buscando, aquí lo tienen de nuevo.
El momento en que te sale un grano o un forúnculo (en la nariz, frente, mentón, axila, párpado o salva sea la parte) te das cuenta de que esa parte de tu cuerpo que representa -digamos- el 0.01% es la responsable de un incordio mayúsculo que te hace la vida imposible. La gráfica de abajo que vi hace un rato en el librocaras (vulgo facebook) es muy ilustrativa de dicha situación.
A buen entendedor…
¡Hay que ver lo que tenemos que sufrir nada menos que casi el 25% de la población, useasé, uno o una de cada cuatro o cuatra.
Aquí otro ejemplo de nombres rimbombantes, de los paleto-pedantes que piensan que por poner el nombre de la peluquería o barbería en inglés el negocio gana en prestigio. Absolutamente innecesario en un barrio y en una ciudad donde los guiris no pasan más que para tomar cañas. Habría que ver si la feliz emprendedora habla algo más de inglés que las dos palabras que hay en su escaparate salmantino.
Escultura de mármol plantada en una hornacina de una iglesia de granito. El escultor (serie «Pedaso artita» decidió que en lugar de andar con las viejas formas de esculpir el mármol -con lo que ello acarrea- mejor aprovechaba las lajas ya precortadas para hacer encimeras de cocina u otros revestimientos hogareños. El espantoso resultado -según la obsoleta opinión del que escribe- está a la vista. Quizá lo más espantoso sea el tratamiento de las piernas que parecen dos columnas.
Siento no acordarme de en qué lugar hice la foto que, no obstante, sí que se podría situar en el norte de Portugal por el colorido y estilo.
Fruto de una obsesión por fotografias pintadas que tengo desde principios de siglo, les presento esta enigmática de «DIO LUPO», o sea dios lobo, el lobo dios, o algo semejante. Ignoro el significado o intención de tal combinación. Quizá la estrella de cinco puntas con las letras que la rodean aclaren el asunto, quizá sea una variante de «DIO BOIA», dios verdugo, combinación cuyo sentido es bastante más evidente. Ahí queda la foto hecha en Florencia.
Y lo demás son tonterías. Ni cámaras, ni polis, ni ná. Bueno, sí, la confianza en la bondad de los vecinos y foráneos, que no es fácil de conseguir. Esta es la tónica de las tiendas de las pequeñas (y no tan pequeñas) poblaciones en Portugal: desplegar una inmensa cantidad de producto a la vista de la calle y, a mediodía, simplemente taparlo para ahorrar tiempo y trabajo. Quizá en estas tierras nuestras también fuese así hace tiempo, pero ahora ni de coña.
Un amigo me comentó hace un rato que había asistido a una cena tipo «cena de los idiotas» en la que sospechaba que el idiota era él. Uno de los convidados era un cura facha, de esos que apoyaron la dictadura franquista y que hicieron de la represión el infierno en vida de los habitantes de este país. Decía el cura que tiene por lo visto 17 parroquias a su cargo, cosa que extraña, como tenga que hacer 17 misas diarias no le da ni para ir al baño. Incluso si son por semana. Pero dejemos el número por aquello de «de dinero y castidad la mitad de la mitad» que en este caso -y en muchos, me temo- se pueden intercambiar santidad y castidad, además de rimar, qué cosas, Acechor.
Ilustro el comentario y lo termino -mejor no seguir indignándose- con una obra de Jean Claude Cubino, artista también salmantino cuya obra no deja indiferente y que en este caso viene pintiparada a pesar de la baja calidad con que hice la foto.
Seguimos de viaje (virtual en este caso). Hoy por tierras napolitanas, donde hay variedades de pizza poco conocidas por estas tierras, como por ejemplo la pizza frita y la de la foto «pizza portafoglio» o -libre interpretación- pizza doblada. Al tratarse de pizzas de masa fina es posible doblarlas a la mitad y de nuevo a la mitad para conseguir cuatro hojas, además de un fácil transporte y consumo por las concurridas calles del centro napolitano.
Vean qué cantidad de esas aguas azucaradas y carbonatadas se vende en este país. Habiendo vino ¡por las diosas! andar bebiendo estas guarradas yanquis, es imperdonable. Ni mezclada con ron la quiero cerca, llámenme raro si quieren.
Foto tomada en Madrid hace ya unos añitos (antes de la pandemia, por cierto).