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El chocolate del loro

Esta fuente de Penas Roias, en la zona de «Tras os montes» tiene la peculiaridad de llevar adosada en la parte trasera un contador. No es la única, las otras fuentes del pueblo también llevan el aparato. Y las de otros pueblos cercanos. Supongo que, con la crisis, hay que pagar también los litros de agua que los habitantes de la zona consumen. Por supuesto si fuese el ayuntamiento el que gestiona el servicio de aguas no tendría sentido gastarse los dineros en medir el consumo de agua, pero como se ha privatizado casi todo (agua incluida) pues hay que contabilizar hasta la última gota consumida y pasarle la factura al pueblo.

No va a ser gratis nada, los nuevos tiempos del neoliberalismo europeo campan a sus anchas por los países derrochadores de la periferia que vivían por encima de sus posibilidades regalando ¡habráse visto! hasta el agua de abrevarse en el estío. Hay que ahorrar, señores, que los aviones y yates de los magnates alemanes y franceses no se mueven con el viento. Hay que ahorrar y si para eso hay que quitarles el chocolate a los loros, pues se lo quitamos.

De la serie «nombres poco afortunados»

De todo menos agua hay en esta calle de Grazalema (Cádiz) lugar que ostentaba hasta hace poco el número uno en la lista de pluviometría. Parece que ahora es en la sierra de BéjarCandelario la que ocupa el lugar. Es evidente que desde el momento en que se nombró la calle ha cambiado un poco la cultura de las gentes que por ese bello pueblo pasan y de los propios habitantes del pueblo. Ahora ya no se trata de agua, sino de potingues azucarados vendidos a precio de crianzas y de aguas filtradas vendidas por los vivos del mercadeo (marquetin, le dicen). Si le contásemos a nuestros bisabuelos que tenemos en casa un grifo del que sale agua cristalina, limpia y potable pero que preferimos ir a comprar botellas de plástico llenas del mismo líquido vendido miles de veces más caro, lo más probables es que nos diesen una buena colleja bien merecida.

Ala me voy a dormir, que como siga tirando del hilo escribo una novela.

Me río del río

No se trio-agua-vivarata de un juego de palabras, no. Bueno, quizá sí. Y también de conceptos que se me mezclan en el cerebro reblandecido por el consumismo (no comunismo) que me rodea y que se empeñan en meterme hasta por el orto más a menudo de lo que puedo digerir. Esta vez el indigesto producto es el agua, si, agua, joder, agua. Agua de toda la vida, que en tiempos era gratis y limpia. Ahora viene en botellas y es cara, muy cara. Tan cara como la cara-dura de los tipos que, con tal de vender, se agarran a un clavo ardiendo. Si Santa Fon Bella levantase la cabeza seguro que corría rauda a comprar este espectacular producto de la desfachatez que caracteriza estos tiempos mercantilistas. Ya no les basta con vender ese agua milagrosa en botellitas en forma de virgen en cualquier Lourdes o Fátima, no. Ahora también pretender invadir nuestras mesas con la putrefacta mitología que impregna sus soeces mentes. Quieren que bebamos de este río de agua viva, viva, sí, como vivos son los que la venden, los que dan pábulo a los que la venden, los intermediarios, los embotelladores y los botarates publicistas que tienen estas ideas en sus servicios y no las dejan ahí.

Gracias, amiguita, por el enlace.

Ni a golpe de milagro

Cuando la cosa está fea ni la invocación a lo altísimo salva el pellejo del personal.

Vean la fuente de la foto en que el agua no se ve depurada ni por la presencia del saludo a la virgen madre (no es un oxímoron, dicen) hace bueno lo malo ni potable lo imbebible.

Gozad, lectores/as de mis desmanes mentales, puesto que estaré ausente unos días.
Besitos detrás de las orejas.

Agua sin garantías sanitarias
Agua sin garantías sanitarias