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Refutaciones varias

No está de mal traer a colación las refutaciones que pasado el tiempo se han ido haciendo en alguna de las laudatorias obras (placas, monumentos, lápidas, esculturas…) que a lo largo del país hay.

Este caso que les traigo (foto hecha en Ávila) ha sido realizado con cemento en el que se ha escrito «FIN DE LA CITA» de un modo bastante tosco.

¿Qué habrá debajo del cemento, queridos niños? Pues transferido el material a los servicios forenses de fotografía de «El estupidiario», podemos descubrir que se trata de una placa recordatoria del golpe de estado de 1936, al parecer. Ahora que se acerca el 20 de noviembre, fecha emblemática de la muerte del dictador F. Franco, no viene mal un refresco de la historia.

Llama la atención que el ayuntamiento de Ávila, que no se distingue precisamente por su izquierdismo, haya dejado semejante afrenta a las tropas golpistas. En fin, igual están cambiando los tiempos por esos lares, lo que no acontece en Salamanca, en la cual siempre hay un tira y afloja entre los que hacen alguna decoración nueva al medallón de Franco que hay en la plaza y el ayuntamiento para impedirlo y/o enmendarlo. Por ahí sí que no cambian las cosas, parece que la ciudad no es muy permeable al conocimiento y reconocimiento a pesar de los casi ochocientos años de universidades.

 

Carambola

Si es que hay emprendendores en este país que necesitan un meneo a ver si espabilan. Ejemplo es este que hoy les traigo de una tienda de Ávila en la que la máquina expendora de gilipolleces de dos canales tiene uno vacío y el otro averiado. Vamos, que para vender en estas condiciones hace falta una verdadera carambola o un milagro. Quizá sea esa la razón de la instalación, obligar a que la Santa de peluche haga un milagro.

Eso sí, luego con echar pestes de los funcionarios todo arreglado.

 

Muñecos

¡Qué hallazgo hice el otro día en Ávila, señores y señoras! Se trata de un peluchito de la Santa y poetisa (cúal va a ser, la santa catalana, Santa Teresa de Jesús) que algún emprendedor de la zona ha decidido explotar en una de sus facetas (y visto que no tiene derechos de autriz, claro) creando el maravillo muñequito peluche de la santa con cara de pan, ojos de plato y sonrisa orejera. Eso sí, ahora le ha puesto de nombre (y seguro que registrado) Teresús. No le falta a la santa escritora la pluma (en la mano, entíendase) para completar la justificación histórica que también el hábito le da. En el lateral reza el nombre del negocio «Caricias de Santa Teresa» que esperemos, no tenga nada que ver con el peluche ni siquiera a modo de sugerencia.

¿Se acuerdan de Jesusito? ¡Vaya vicio que han pillao con que los niños se lleven a sus camitas a los dioses y santos! Este que suscribe, por mal pensado, llega a conclusiones… en fin que cada uno piense lo que quiera y que no vuelva la Inquisición, porque no va a haber plazas para los autos de fe entre los que idean los muñecos, los que los compran, los que los critican… va a parecer esto una fiesta barbacoa yanqui con tanta carne quemada.

Ni a golpe de milagro

Cuando la cosa está fea ni la invocación a lo altísimo salva el pellejo del personal.

Vean la fuente de la foto en que el agua no se ve depurada ni por la presencia del saludo a la virgen madre (no es un oxímoron, dicen) hace bueno lo malo ni potable lo imbebible.

Gozad, lectores/as de mis desmanes mentales, puesto que estaré ausente unos días.
Besitos detrás de las orejas.

Agua sin garantías sanitarias
Agua sin garantías sanitarias