El español celebra la vida. Es verdad. Incluso a pesar de sus nefastos políticos electos. Vean con qué prontitud ha pasado al acervo popular el ridículo de Ana Botella en el implorar de los especuladores por una olimpiadita.

El español celebra la vida. Es verdad. Incluso a pesar de sus nefastos políticos electos. Vean con qué prontitud ha pasado al acervo popular el ridículo de Ana Botella en el implorar de los especuladores por una olimpiadita.