Hace tiempo que quería escribir esta entrada, pero como las cosas urgentes no nos dejan a menudo hacer las cosas importantes, lo he ido dejando tanto tanto, que el personaje al que se refiere está oliendo flores desde abajo, como dicen los polacos. O criando malvas, en román paladino. O que ha dejado de pagar a hacienda, como en vida seguro que intentó con ahínco. Se trata ni más ni menos que de Mariano. ¿Y qué Mariano, dirán ustedes? Pues el de Salamanca. Y Marianos en Salamanca habrá muchos, pero sólo uno de renombre: Mariano Rodríguez Sánchez, el personaje cuyo ego no cabía en la plaza mayor ni, si me apuran, en la propia ciudad.
Me han dicho que el tal Mariano empezó con una bicicleta en el negocio de la chatarra, no sé si será verdad, ni me he preocupado de investigarlo. También he oído que hizo su fortunilla con el asunto, pero que lo que le proyectó al olimpo de los dioses salmantinos fue primero PAS (Pavimentos Asfálticos Salmantinos, empresa que aún funciona dedicada a la obra pública) y un negocio (¿pelotazo?) inmobiliario que consistió en comprar tierras de labor en los aledaños de la ciudad, que luego serían urbanizadas y convertidas en un PRYCA (hoy Carrefour) y muuuuuuchas casitas que los obreretes compraban.
De tales negocios, dicen, salió muuuuuucho dinerito que servía para otras cosas además de reinventir. Entre ellas para comprar la opinión pública, lo que dió vida al periódico «Tribuna de Salamanca» hoy difunto como su dueño. Y al CBS (Club de Baloncesto Salamanca) y vaya ud. a saber cuántas otras aventuras más. Eran buenas épocas en las que las pesetas corrían a raudales. Con el paso del tiempo, los amigos y los ahorrillos (ahorraba en el chocolate del loro para gastarlo en el mármol del baño) hubo que hacer más y más inversiones y crear más y más empresas. Una de ellas de original nombre «Jamón Salamanca» para diversificar el negocio, a la par que se hacía un ahorro en los ágapes propios. Ya desapareció la tal empresa, y alguna otra de la que ni me han hablado ni me he enterado. El conglomerado productor de tales peculios, engrasadísima máquina de producir billetes, tenía el nombre original donde los haya de Grupo MRS (las iniciales del ególatra). En fin, no se iba a gastar la pasta en un departamento de publicidad, que bastante trabajo había. También se hizo un plan de urbanización de un pueblacho cercano a Salamanca (Villamayor) que incluía un campo de golf (¡cómo no!), chaletitos para los pijos, terreno a mansalva para crecer hasta que se acabase el campo y también, miren, un par de hoteles con los originales nombres de «Doña Brígida» (su madre, un detalle) y «Palacio Príncipe Felipe» (hay que dorar la píldora a la realeza). A tales propiedades se llegaba (se llega aún) a través de la Avenida de Mariano Rodríguez Sánchez. Impresionante ¿no? Pues eso es hasta que vean las fotos de los engendros que las criaturas que para el megalómano trabajaban tuvieron a bien dar vida y forma. Quizá fuese él mismo, ni lo sé ni me importa, como dijo aquél: «por sus obras los conoceréis»).
Vamos con las fotos. En la serie se puede ver:
- Dos de los cuatro monolitos que rodean el recinto de la feria de muestras de Salamanca, granito puro, unos 60 cm. de base y unos 3 o 4 metros de altura. Hay cuatro y no hace mucho, como atestigua la foto, aún ostentaban las letras de hierro del personaje.
- La entrada del hotel Doña Brígida que copia y altera la de la universidad de Salamanca, cambiando a los reyes católicos por los padres de la criatura.
- El cerdo y la cerda de bronce que reciben al visitante, quién sabe con qué intenciones (si declarativas, insultantes, votivas…) Curiosamente se apoyan en ladrillos, como en uno de ellos se aprecia claramente, no sabemos si como guiño o como simpre ejemplo de ñapa albañilera.
- Una reproducción de «El cielo de Salamanca» que hay en el zaguán principal y que con una claraboya ilumina una lámpara de cristal hortera como el propio conjunto requiere, con sus latinajos al fondo que siempre molan.
- Una puerta de entrada a uno de los salones, para que vean los remiendos decorativos del hotelito.
- Un retrato al óleo del ínclito con su imprescindible escudo nobiliario en piedra de Villamayor. Con esos apellidos, no habrá sido fácil sacar la parentela.
- Una escultura horrorosa hecha en granito (encima durará una eternidad) con unas balas de paja y unas tinas gigantes para completar el conjunto kitsch.
- El nombre de la avenida cuyo fondo son los terrenos urbanizado y nunca construídos.
- Y UN ARCO DE TRIUNFO, señores y señoras, que se hizo erigir en su avenida, elaborado en piedra de Villamayor (bueno, forrado en piedra), y que está coronada por una escultura en bronce de un tipo con un mazo y un cincel en trance de talla piedra (suponemos que será una alegoría del cantero y que no será la visión propia que el emprendedor tenía de sí mismo).
- Uno de los relieves que adornan el arco, que es un trozo de la fachada de la universidad, la de la calaverita con la puta rana.
- Unas fotos para que vean que la proyectada iluminación del bello conjunto no se llegó a realizar (la burbuja hizo paffff, recordemos).
- Unas fotos que ilustran que el tal arco de triunfo, al final ha quedado como almacén (quizá definitivo) de restos del mundo de la construcción.
- Un cartel anunciador del prometedor futuro que nunca llegó.
Bueno, niños y niñas, espero que la lectura les haya sido edificante (juas, juas) agradable y que hayan disfrutado del momento (largo) que les ha llevado. Espero que me iluminen con sus conocimientos sobre el personaje al que, pena, no le dio tiempo a escribir sus memorias en papel, y nos las tuvo que dejar en piedra, bronce y hierro, Mariano cabalga. Para ello nada mejor que dejar sus comentarios en las páginas de este blog. Aunque sean obscenos serán publicados, créanme.
Nota de última hora: No, no tuve el gusto o el disgusto de conocer al señor Mariano, no compré ninguno de los pisos, chaletes o tierras. Vamos que la animadversión que se puede extraer de la lectura por las mentes malpensantes no es otra cosa que admiración, sorpresa y espanto por ver hasta que niveles puede llegar la megalomanía. Sí pude comer alguno de los productos cárnicos de su empresa, por mor de un trueque bastante feo que hizo a alguien cercano «in illo tempore» y que, cosas de los relatos, aparece dos veces en este texto y las dos sin nombre.




















