Vean este magnífico ejemplo de la banalización de todo lo que nos rodea. El sujeto es el, créanlo o no, el «niño Jesús de la chisterita». Con lo serios que son los portus, por las diosas, no sé de dónde se les ha escapado esta meada fuera del tiesto.
Exif_JPEG_420
P. D.: Me da que la foto ya la publiqué, pero por si acaso mejor dos que una.
Mientras el resto de los humanos/as nos dedicamos al bello arte de ver gilipolleces ajenas en la pantalla del móvil (sin mirar al tráfico ni nada, claro) algún drogadicto se dedica, ñoras y ñores: ¡a leer! Parece increíble. Hasta compran libros, los muy ladinos y los van leyendo por la calle, sin pudor alguno y, no lo van a creer: ¡hasta llevan varios». ¿Imposible? ¡No! Ayer mismo capté esta obscena imagen (he ofuscado el rostro, obvio) en Salamanca. No sé dónde vamos a parar, se lo juro…
Es demencial ver cómo se gasta en esta tierra nuestra el dinero que los pobres madrileños, vascos y catalanes pagan con su impuestos. Indignante. </sorna>
Fotografía tomada en Sobradillo (Salamanca), hace ya unos años. En la actualidad, como se puede apreciar en los mapas de Sanguguel está aún peor.
Vayamos de modernos. Hay por ahí un libro ¡ay! cuyo nombre es inolvidable: «Pornografía vegetal – Flores silvestres de la Sierra de Béjar» que tiene como alguna de sus curiosidades (nombre aparte, claro) la inclusión de códigos Qr en todas y cada una de las flores (533), y alguna de ellas hasta tiene dos códigos. Una forma de ahorrarse la inclusión de la información además de tocarles los güevos a los sufridos lectores. Más o menos eso se puso de moda en la puta pandemia para que no anduviésemos tocando cartas de bares, por ejemplo.
Pues el otro día en Béjar (ya que estamos en la zona quedémonos en ellas) encontré este escaparate con el cartelito «Descárgate el código Qr». Es llamativo que haya que andar indicando para lo que sirve el código. Más aún porque el código en sí no se descarga, sino el contenido hacia donde apunta (presumiblemente) el mismo. Lo más alucinante es que no había ningún código. Créanme, estuve largo rato como un «gelipollas» (así dicen en Béjar) y no había nada de nada en la pantalla de debajo.
Visto en una tienda de Béjar de, parece, algún extranjero con buenas intenciones pero poca imaginación. Digo lo de la imaginación porque todo dios tiene un puto móvil en sus manos para chorradas varias pero no se le ocurre buscar las palabras y/frases, motivo que da en algo como lo de la foto «ABIERTO, HAY AIR CONDICONADOR». Luego aquello de la estética mejor ni mencionarlo. Total, para un pueblo…
Aquí otro ejemplo de nombres rimbombantes, de los paleto-pedantes que piensan que por poner el nombre de la peluquería o barbería en inglés el negocio gana en prestigio. Absolutamente innecesario en un barrio y en una ciudad donde los guiris no pasan más que para tomar cañas. Habría que ver si la feliz emprendedora habla algo más de inglés que las dos palabras que hay en su escaparate salmantino.
Es pan nuestro de cada día el intento de dar a un negocio vistosidad usando nombres en inglés. Hoy traigo el ejemplo de este tallercito de costura de Salamanca llamado «Sews». Ojalá me equivoque, pero creo que para hacer reparaciones de corte y confección a los del barrio no hace falta hablar inglés. Quizá hasta lo hagan (hablar inglés), pero creo que se trata de un ejemplo más del uso pedante y pretencioso del idioma.
El muchacho gamberro que hizo esta pintada en la puerta del garaje (de Salamanca) tomó al pie de la letra la prohibición que se intuye (aún) en el fondo. Así que si le pillaban no le podían echar la bronca, al fin y al cabo no estaba poniendo carteles. Si hubieran matizado…
Esa sería la traducción del nombre del centro de entrenamiento (antes gimnasio) que hay en Salamanca en la avenida de Portugal. Se conoce que queda mucho más «chic» o «cool» ponerlo en inglés, sobre todo aquello de «by Rafael Iglesias». Debería traducirlo todo y poner «by Raphael Churches» para que todo quedase de lo más cosmopaleto o paletopedante, como uds. prefieran. Total ¿qué más dará si al final su público es español en su mayoría si no en su totalidad.
O mejor dicho, de difícil clasificación. La frase «En la naturaleza todo está naturalmente ordenado» que ostenta en letras gigantes un herbolario de Salamanca, no sé si colocarla en la estantería de las perogrulladas, la de las tautologías o la que este blog tiene en su nombre. Se atribuye, según dice, a un tal Steiner R. que quizá sea Rudolph Steiner, personaje a caballo entre el XIX y el XX. Si hubiese nacido unos años más tarde habría fundado una secta, sin duda. Juicios del señor Steiner aparte, la frasecita puede que esté mal traducida, porque si lo está bien dice mucho de la idiosincrasia del tipo que, a esas alturas, ya debía haber oído hablar del caos.
La contestación escrita en lápiz, justo bajo la pintura, también tiene enjundia: SÍ PERO A DIOS SE LA SUDA LO QUE TÚ OPINES LOS MINUSVÁLIDOS ESTÁN ORDENADOS?